Fue el primer bebé que nació con conciencia plena.
El parto no supuso el trauma que debería porque aún no tenía con qué comparar
lo horrible, pero cuando el médico fue a darle un azote para que llorase, ella
se le adelantó llorando de puro pánico. Una vez agarrada al seno materno miró a
los presentes con miedo hasta que la madre, con esa extraña conexión, les pidió
a todos que salieran. Ella bebió, lloró y finalmente se durmió, agotada como no
llegaría a estarlo el resto de su vida. Los médicos auguraron algo extraño al
ver que tenía los ojos abiertos, fijos en las cosas y con el ceño fruncido. Al
final le hicieron pruebas con objetos de colores, con líneas en un papel y
hasta con un laberinto que no pudo resolver por no poder sujetar bien el lápiz.
Aquel bebé, aquella niña de mofletes gordos y
rosados, se hizo famosa mundialmente, y cuando la quisieron separar de su madre
se encargó de hacerse la tonta hasta que la devolvieron a sus brazos. Tardó
algún tiempo en comprender quién y qué era su padre, porque nació con conciencia
pero sin conocimientos, sin embargo al final terminó por hacer de sus padres un escudo contra el
mundo.
Empezó a hablar a los tres meses, y a andar a los cuatro, y
pese a haberles robado a sus padres el llanto de un bebé, a cambio se siguió
cagando en los pañales para que la pudiesen limpiar.
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