Levántate ahora y mírate las manos, pues ya no tienes ningún
valor. A mí no me mires, no quiero saber de ti ni de tu sombra, ¡llévatela
lejos! Huye, huid los dos, marchaos y que os sepulten mil muros, pero no quiero
saber más de ti. No quiero verte mirándome ni que me lleguen tus sonidos
lastimosos que no oiré. No quiero saber de ti porque te desprecio porque te
desprecias porque sabes que te debes despreciar, que es lo adecuado al caso,
que es lo correcto. No me mires o te volveré ciego. Date la vuelta y mira tus
pasos errados, tu desgracia, pero no me mires a mí, el espejo.
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