Mira hacia la cama e igual estaría bien ir
acostándose, pero ésta tiene un nosequé, como si formase una superficie plana,
como si estuviese mirando un cuadro. Su cama está pintada, no cabe dormir,
entonces mira hacia atrás, hacia la puerta entornada, se levanta, sale al
pasillo y localiza a todos los inquilinos del hogar. Todos bien lejos aunque
cerca, bien lejos de poder entrometerse. Después de asegurarse una segunda vez,
desconecta todo lo que pueda vibrar, emitir ruido o chillar, menos un aparato
que está sobre la cama y por tanto ya forma parte del cuadro. Todo está
tranquilo, él está tranquilo, el aire no transporta ruidos. Se sienta como
esperando una intromisión de última hora que no llega, corre la cortina y saca
de su escondite un botecito. En él hay una canción, una de esas que hay que
usar poco, como el perfume de las ocasiones especiales del que solo hay que
echarse dos gotas. Saca la canción con un cuidado exquisito y se pone un poco
sobre los hombros. Podría ser que la canción fuera triste, pero él está feliz.
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