jueves, 2 de julio de 2015

correspondencia

Escribió lo que sentía en una carta y la enterró, pero un día, despejado o más confuso de lo normal, desenterró la carta y la metió en el buzón pensando que cierta persona debía saber lo que ahí había escrito. Pero había un problema, y es que en la carta no figuraba ninguna dirección, por lo que el cartero fue llevando la carta de buzón en buzón. La gente cogía el correo, leía la carta y la mandaba devolver, pero no sin antes compartirla con quien estuviese cerca entre sentimientos de la más increíble tristeza o un completo desinterés. Así la carta acabó convertida en papel amarillo con letras apenas legibles para cuando logró volver al buzón de quien la había escrito, pero fue su hijo quien cogió el correo y tiró la basura a la basura. La carta había sido leída por el mundo entero a excepción de la persona a quien iba dirigida, a cuyo buzón nunca llegó, tal vez, quien sabe, porque nunca tuvo.

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