miércoles, 18 de noviembre de 2015

Crónica de una impresión

Qué calentito sale el papel de la impresora. Hacía un momento la hoja estaba en mi mano, la acababa de sacar de la carpeta verde que con más de nueve años de uso por parte de mi hermano, primero, y mío, después, y que aún así no estaba desgastada, si bien tenía algunos apartados de los que jamás se sacaban ciertos papeles, pero bueno, perdón, estaba diciendo que estaba fría cuando se la he dado al hombre que vigila o regenta la sala (fría y blanca, la hoja) y éste la ha metido en la impresora y de pronto la hoja tenía impreso mi cuento “El Granero”, lo cual era de esperar, era el resultado satisfactorio de la operación, pero cuando la he recogido he sentido el calor que desprendía ésta. La impresora de este sitio (una sala de ordenadores) es un animal de cuidado, no como la impresora gordita y sedentaria de casa de mi padre, ni como la impresora-liebre de Juan Carlos, pero aún así no me esperaba que calentase las hojas. De la que volvía a mi sitio (el ordenador número 33 desde el que le había dado a “imprimir”) pensé si es que además de imprimir, en el sentido de dar tinta a un papel, también funcionaba de horno. Recordé qué comida tenía al alcance de mi mano, y no tenía cosas elaboradas, pero tampoco manzanas o un plátano, “chicles asados no” me dije, y recordé mordiéndome el labio cuando hice sin querer plástico frito (dorado y crujiente). Y bueno, hoy he leído el prólogo de un autor a su propio libro (autor tan conocido que no mencionaré) que era bueno en sí, tanto como los relatos del mismo, y en él, en algún momento, hablaba de cuando envió sus relatos a periódicos y revistas y se los publicaron, y eso, fantaseé, era lo que ocurría con “El Granero”. Por último me acordé de Lucía y su poder recientemente adquirido de saber corregir relatos, sentí algo de envidia, después pensé en Alejandro Lanchas ofendido por la corrección de Lucía, “yo no me comportaría así”, pensé, y luego pensé que tal vez sí y decidí dejar de pensar en ello. Finalmente escribí esto mientras Daniela, de pie a mi lado, me decía “hace mucho que no escribes” y yo le contestaba “esta mañana he escrito” y pensaba en terminar esto y publicarlo, porque es un texto de forma extraña pero “no está tan mal” me dije. Ah, la hoja ya se ha enfriado y ya se puede guardar, mañana la entrego.

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