Qué calentito sale el papel de la impresora. Hacía un momento
la hoja estaba en mi mano, la acababa de sacar de la carpeta verde que con más
de nueve años de uso por parte de mi hermano, primero, y mío, después, y que
aún así no estaba desgastada, si bien tenía algunos apartados de los que jamás
se sacaban ciertos papeles, pero bueno, perdón, estaba diciendo que estaba fría
cuando se la he dado al hombre que vigila o regenta la sala (fría y blanca, la
hoja) y éste la ha metido en la impresora y de pronto la hoja tenía impreso mi
cuento “El Granero”, lo cual era de esperar, era el resultado satisfactorio de
la operación, pero cuando la he recogido he sentido el calor que desprendía
ésta. La impresora de este sitio (una sala de ordenadores) es un animal de
cuidado, no como la impresora gordita y sedentaria de casa de mi padre, ni como
la impresora-liebre de Juan Carlos, pero aún así no me esperaba que calentase
las hojas. De la que volvía a mi sitio (el ordenador número 33 desde el que le
había dado a “imprimir”) pensé si es que además de imprimir, en el sentido de
dar tinta a un papel, también funcionaba de horno. Recordé qué comida tenía al
alcance de mi mano, y no tenía cosas elaboradas, pero tampoco manzanas o un
plátano, “chicles asados no” me dije, y recordé mordiéndome el labio cuando
hice sin querer plástico frito (dorado y crujiente). Y bueno, hoy he leído el
prólogo de un autor a su propio libro (autor tan conocido que no mencionaré)
que era bueno en sí, tanto como los relatos del mismo, y en él, en algún
momento, hablaba de cuando envió sus relatos a periódicos y revistas y se los
publicaron, y eso, fantaseé, era lo que ocurría con “El Granero”. Por último me
acordé de Lucía y su poder recientemente adquirido de saber corregir relatos,
sentí algo de envidia, después pensé en Alejandro Lanchas ofendido por la corrección
de Lucía, “yo no me comportaría así”, pensé, y luego pensé que tal vez sí y
decidí dejar de pensar en ello. Finalmente escribí esto mientras Daniela, de
pie a mi lado, me decía “hace mucho que no escribes” y yo le contestaba “esta
mañana he escrito” y pensaba en terminar esto y publicarlo, porque es un texto
de forma extraña pero “no está tan mal” me dije. Ah, la hoja ya se ha enfriado
y ya se puede guardar, mañana la entrego.
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