Cuentan que esta ciudad en la antigüedad era
gobernada por un consejo de ciento cincuenta ancianos que se reunían en la
penumbra de una sala en forma de media circunferencia. Cuentan que un general,
tras una batalla, se dio cuenta de que había luchado por los designios de unos
ancianos que jamás habían portado un arma, por lo que acudió a ellos, los mató
y ciento cincuenta soldados ocuparon sus asientos. Pero aquellos hombres no
podían hablar de una guerra sin luchar en ella, así que la sala quedó vacía, y
sin nadie que la gobernase la ciudad se perdió en la decadencia y se entró en
una época oscura que desembocaría en la Edad Media.
Muchos años después la sala se volvió a ocupar por
ciento cincuenta hombres más jóvenes, llamados parlamentarios. Ahora yo soy un
cabo al mando del General y me encuentro en un convoy de furgones blindados con
la orden de llegar al Parlamento, neutralizar su seguridad y detener a los
parlamentarios. No puedo evitar preguntarme si los ciento cincuenta asientos
volverán a ser ocupados por soldados y llegará de nuevo una época de oscuridad.
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