viernes, 6 de noviembre de 2015

El poema que es el tiempo

Aquel poema era fabuloso. Su autor, un hombre que a causa del poema había sido objeto de múltiples biografías, no había escrito nada más, y aun así había logrado una inmensa fama durante el siglo que siguió a su muerte. En la actualidad el mayor admirador de su única obra era un hombre extremadamente rico que casualmente había logrado su riqueza por la inspiración obtenida de aquellos versos.
Eran días de futuro y ocurrió que la presión popular obligó a crear una empresa estatal que gestionase los viajes en el tiempo, hasta entonces tema tabú. Cuanto más atrás querías ir, más debías pagar y más meses de preparación debías recibir. Nuestro hombre apenas pidió ir un siglo atrás.
Las calles estaban sucias pero reconocibles, bien supo el hombre dar con el suburbio y en él, con el chico. Estaba maravillado con que aquél fuese el poeta que tan magnífica obra había creado y, sin poder evitarlo e incumpliendo la normativa, le recitó al chico los versos del poema, pues necesitaba compartirlos con él.
Cuando se hubo ido aquel hombre tan extraño, el chico pensó largo rato en el poema que se repetía una y otra vez en su cabeza, finalmente lo apuntó. Aquellos versos que le diese un hombre extraño le cosecharon más fama de la que podría haber soñado, pero nunca reveló el secreto.

Y yo me pregunto, ¿cuándo se creó el poema? ¿En el futuro o en el pasado?

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