jueves, 21 de enero de 2021

Los ojos que caminan desde el techo

Lleva puesto un gorro de lana gris, le queda un poco pequeño y debería comprarse uno más grande, pero siempre lleva este mismo gorro. El motivo es que se lo regaló él. Fue un regalo inesperado, no era su cumpleaños, ni un aniversario, tan solo un jueves que le había visto había comentado que tenía frío y a la semana siguiente él se lo regaló. Además había tenido el detalle de envolverlo en papel de regalo. Con todo esto se había convertido en un objeto muy preciado para ella, no tanto un talismán, sino una costumbre.

Lleva puesta una chaqueta de cuero negra que ahora está manchada. La compró en un mercadillo y es posible que el cuero no sea auténtico, pero le gusta llevarla, se la pone mucho. En realidad es parte de una moda, pero de entre todas las modas que hay, esta, la moda de hacer parecer que tienes un estilo único y no sigues ninguna moda, le gusta, le hace sentirse moderna. Solo espera que la mancha se pueda ir, o aún no lo espera, lo pensará luego, más tarde.

Lleva puesto un jersey de lana debajo de la chaqueta. Éste apenas se ha manchado, aunque sí le ha salpicado un poco. Este jersey lo hizo ella, fue su primera gran prenda después de dos bufandas y tres pares de calcetines. Lo tejió en secreto para él, aunque esto no fue demasiado difícil, aún no vivían juntos. El problema es que le quedó demasiado pequeño y él lo hubiese desgarrado de ponérselo, así que se lo quedó ella. Después volvió la idea de hacer uno para él, pero empezaron las discusiones y acabó haciendo una manta, una manta que ahora debe estar en el otro cuarto, a los pies de la cama.

Lleva puestos unos pantalones vaqueros ajustados, son azules, comprados ya con aspecto desgastado. Son los últimos pantalones que comprará así, se dijo después de saber que necesitan muchos más litros de agua y productos químicos para su elaboración. Es una pena que no vaya a poder comprar unos iguales, porque a diferencia de la chaqueta y el jersey aquí se notan mucho las gotas que han salpicado y, como estas manchas no se van, solo va a quedar tirarlos.

Lleva puestas unas botas negras con una suela gorda que le hacen ser un poco más alta. Son un tanto rudas, pero quedan muy bien con la chaqueta vaquera y cuando llueve en otoño. Ahora estas suelas descansan sobre un charco oscuro que se ha ido secando, haciendo que cuando decida moverse y empiece a andar, sus pasos sonarán pegajosos, como una especie de pequeño chapoteo. Sus pasos podrían llevarla al baño, por ejemplo, donde podría ver cómo sus ojos le han invadido la cara ocupando todas las zonas donde el maquillaje se ha corrido. Podría ver también su nariz, que parece rota, y la sangre seca que salió de la misma, llegando hasta el mentón. Al salir del baño podría caminar haciendo ruido hasta el cuarto, donde colocaría encima de la manta que tejió su chaqueta, su jersey y sus pantalones manchados de la otra sangre. El gorro, como le queda pequeño, igual se cae al suelo y ni se da cuenta, o lo pisa incluso, manchándolo también. Luego sus pasos tendrían que tomar muchas decisiones, tendrían que hacer algo con el instrumento de cocina que ha tenido que usar y, más importante, pensar si debería hacer caso a las películas o llamar a la policía e intentar explicarles cómo los tres últimos meses con él se han resumido en un simple accidente.


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