Y el chico se va a la cama contento porque lo importante es
escribir, no publicarlo. Y él ha escrito para que la llama no se apague. La
llama arde como una piedrecita naranja dentro de una campana de cristal y va
consumiendo el aire que hay dentro mientras se va haciendo más pequeña.
Escribir es levantar algo esa campana para que la llama coja aire, porque ¿qué
pasa cuando la llama se apaga? Que el mundo se queda en penumbra.
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