viernes, 2 de septiembre de 2016

Se levantó una mañana

Se levantó una mañana, como es normal, y no volvió. No volvió no porque no quisiera, sino porque no se lo planteó. Tan solo salió de casa, recorrió la calle y quiso ir a la ciudad caminando, pero en el camino se perdió y le pareció una tontería intentar ubicarse. Tan solo siguió campo a través, atravesando autopistas con pasos de cebra, encontrando el amor (en sueños) en cualquier lugar. Alimentándose de tierra y agua fresca de riachuelos procedentes de los desagües de las fábricas. A veces, mientras no dejaba de caminar, temía aburrirse, pero así, mientras pensaba en cómo no aburrirse, no se aburrió, por lo que alcanzó la máxima abstracción, y sus piernas se volvieron troncos de árbol y  sus brazos aletas de pingüino. Le creció barba y se le cayó sola. Cuando la piel quemada le dolía se metía para adentro turnándose un rato con el esqueleto (ahora exoesqueleto) y los músculos quedaban tendidos en la cuerda de tender la ropa. Y así, caminando, llegó hasta el principio, a donde llegan siempre los pasos, a pensar en aquella persona recordada al ver un halcón en el cielo, a pensar en una ciudad extranjera por el olor de un bizcocho para el desayuno. El problema es que vio su casa por detrás, por el otro lado, y no reconociéndola siguió hasta recorrer la calle, para luego intentar llegar hasta la ciudad andando y se volvió a perder, solo que esta vez en la otra dirección de la carretera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario