Los problemas, reflejados en la cara de quienes discutían,
se iluminaron junto con sus rostros. De pronto una luz se había apoderado de
todas las superficies de una manera tenue, y ellos dos, junto con el camarero
que espiaba desde detrás de una planta falsa, también en aquella terraza,
buscaron la fuente de la luz. No era luz artificial, y menos aun de farolas,
era algo que venía del cielo, pues las calles seguían, en cuanto a fuentes de
luz, tan oscuras como siempre. Los ojos de todos ellos, sumados a gran parte
del total de ojos de aquella ciudad, encontraron en el cielo nocturno la fuente
de la luz. Un cometa había entrado en la atmósfera para acabar desintegrándose
en mitad del cielo negro, produciendo una violenta luz que cazó al vuelo toda
acción obligándola a desaparecer o por lo menos a reiniciarse. Los ojos fueron
dejando el cielo poco a poco para volver a sus quehaceres terrenales, el camarero
volvió adentro, y sin embargo los dos interlocutores no pudieron dejar de mirar
hacia arriba, hasta que la luz finalmente se extinguió, entonces se volvieron a
mirar y no supieron cómo seguir con la discusión.
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