Cerré la campana de extracción y entonces me di
cuenta de que la había tenido abierta solo por el ruido que proporcionaba, así
que me comí la cena en silencio, con la espalda entornada sobre el plato.
Fregué los platos en menos de lo que me hubiese gustado y dediqué un rato extra
a pasar el estropajo por el vaso, una vez terminado, sequé los trastos, apagué
la luz de la cocina y empecé a subir las escaleras. De pronto oí un ruido y me
quedé quieto, alerta por si volvía a sonar poder identificarlo, volvió a sonar
y me asusté pues venía del estudio, un cuarto tranquilo en el que perfectamente
podía caerse un libro de una estantería y hacer ruido, pero no dos. Me acerqué
despacio, de puntillas, terminando de subir los escalones pisando donde creía
que estos harían menos ruido. Llegué a la puerta, la entorné ligeramente y
estaba oscuro, así que metí la mano y encendí la luz. Allí, en mitad del
estudio, sentado, había un gran oso pardo.
Una vez, en la casa de mis abuelos, se escapó un
burro del establo, entró en la casa, subió las escaleras y cuando lo
encontraron estaba allí, en mitad del pasillo de la segunda planta, y resultó
que algunos animales podían subir escaleras pero no bajarlas. Ahora me
preguntaba si ocurriría lo mismo con el oso, cómo lograría bajarlo o sacarlo de
la casa de la forma que fuese. Tampoco me llegaba a imaginar cómo había llegado
hasta allí, aquello era la periferia, una urbanización con un par de parques y
un polígono industrial, más allá solo había tierra muerta de matojos amarillos,
y no había cerca ni lejos zoológicos ni circos de donde pudiese haberse
escapado. Estuve un rato sentado en pasillo, observando la puerta entornada,
imaginándome al oso jugando con mis objetos decorativos y pensando en cómo solucionar
aquella situación. De pronto se me ocurrió algo, y a medida que pensaba en ello
cada vez me parecía mejor idea. Finalmente me levanté y bajé a la cocina
procurando no hacer ruido, allí abrí la nevera y extraje un paquete de cuatro
filetes de salmón, abrí éste y puse uno en el plato. Mis manos temblaban
ligeramente, así que dejé el plato en la mesa, volví a subir y abrí la puerta
del estudio muy despacio, sin que el oso pareciese notar mi presencia. Volví a
bajar sin tener tanto cuidado, cogí el plato, subí y lo deje en el pasillo,
frente a la puerta del estudio, y entonces esperé al oso, el próximo movimiento
era suyo. Pero el animal de pelaje pardo se puso a cuatro patas, avanzó hacia
el plato, cogió el salmón con sus fauces, dio la vuelta y regresó al estudio,
solo le faltó cerrar la puerta al entrar. En ese momento mi expresión era de
incredulidad, aquel oso se estaba burlando de mí, cualquier rastro del miedo y
el agobio que hubiese podido sentir se habían extinguido. Pero aun me quedaban
tres filetes, así que recogí el plato que el oso había dejado en el pasillo y
bajé a la cocina, allí me limpié el sudor de la cara y pensé un plan fríamente,
como si aquel oso fuese un humano, un humano que me estaba tocando las narices.
El oso alzó la cabeza, olisqueando el aroma de un
nuevo filete de salmón, uno que yo agitaba desde mitad de la escalera.
Lentamente se incorporó y salió del estudio, desde el pasillo pudo ver un plato
colocado en mitad de la escalera sobre el que descansaba el trozo de pescado
naranja, se dirigió hacia él bajando los escalones con mucho cuidado, eso no se
me había ocurrido, el que pudiese resbalar y caer, una masa peluda y enfurecida
que atacaría a todo lo que se pudiese romper, pensé que ojalá no resbalase.
Lanzó el filete al aire y cuando éste cayó lo cogió con la boca tragándoselo
directamente, pero entonces yo, desde el final de la escalera ya estaba
sacudiendo una tercera pieza, y el oso me miró, pisó el plato rompiéndolo en
silencio, y bajó para encontrarse con el botín. Solo quedaba un filete de
salmón, y estaba en mis manos, llenándolas de grasa, detrás de mí la puerta de
la casa estaba abierta, y un poco más allá, pasado un breve tramo de jardín, la
puerta de la calle también estaba abierta. Fui retrocediendo lentamente, sin quitar
los ojos de la bestia, pero cuando ésta, que también avanzaba despacio, llegó
hasta el recibidor, me di la vuelta y empecé a correr. Salí a la calle
corriendo mientras oía una respiración profunda tras de mí, no sé cuánto puede
correr un oso, pero seguramente lo suficiente como para darme alcance cuando
coja velocidad, así que al poco de salir a la calle, rodeé un coche, con el oso
aun tras de mí, y volví corriendo a casa, donde cerré la puerta de la calle
tras de mí y caí apoyado en ella, exhausto, oyendo al oso arañarla por fuera,
entonces vi que aun tenía el salmón sujeto con fuerza, así que lo lancé por
encima de la puerta.
Segunda historia.
El oso llegó a un claro del bosque y en éste se
echó a dormir. No habían pasado ni quince minutos cuando empezó a sentirse
incómodo, sentía como un picor en la panza y en el lomo que no se iba ni
rodando por el suelo, de pronto comprendió, se había echado a dormir sobre un
hormiguero, las hormigas cubrían su cuerpo, se las imaginó mordiendo y ocupando
cada vez más partes de su cuerpo, así que se alzó sobre dos patas, rugió y cayó
de nuevo sobre cuatro, pero el picor continuaba, así que se echó a correr.
Pasado el claro y de nuevo en el bosque, el oso vislumbró una charca de barro
y, pensando que éste asfixiaría a los insectos, se lanzó sobre él y empezó a
revolcarse, levantándose y saltando una y otra vez. Al cabo de un rato dejó de
sentir picor, pero entonces sintió como el barro empezaba a secarse por todo su
cuerpo en una sensación insoportable, así que volvió a correr lanzándose contra
cada árbol de apariencia firme, en los cuales se frotaba pretendiendo quitarse
el barro, pero como éste aun no estaba seco del todo, se le empezaron a pegar
en él pequeñas ramas que conseguían atravesar su pelo y llegar a clavarse, por
lo que volvió a empezar a correr. El oso corrió sin destino durante bastante
tiempo, y de pronto frenó, pues la tierra se le había acabado y delante de sus
zarpas se extendía el mar. Sin dudarlo se lanzó al agua, sintiendo con placer
cómo se llevaba el agua ramas y barro, sin embargo no dejó de nadar en ningún
momento, pensando que debía seguir nadando para limpiarse y porque después de
haber corrido tanto tenía que continuar por aquella dirección. El oso nadó
durante días, y finalmente, agotado, subió a un trozo de tierra blanca que
flotaba frente a sus ojos como un desierto blanco, un paisaje siniestramente
bello. Anduvo muy poco rato antes de sentir frío y cansancio, y entonces se
acurrucó y, para escapar del viento, se cubrió con aquella arena blanca. Cuando
despertó, horas más tarde, lucía una preciosa melena blanca.
Tercera historia.
En zoo de la ciudad se publicitó en los medios de
comunicación después de muchos años por una sola razón que se esperaba que
atrajese a muchos nuevos visitantes, había nacido en cautividad un precioso
osezno. Su madre enfermó y murió al poco tiempo, pero el pequeño no tuvo tiempo
ni para poder echarla de menos, pues
constantemente era situado frente a la verja tras la cual solo había flashes de
cámaras y gritos histéricos, además de la mirada fría de la niña rubia que
comía helado, que siempre estaba allí y que siempre lamía muy lentamente sus
tres bolas de heladas, sin quitar los ojos del pequeño osezno, que fingía jugar
para ocultar su nerviosismo. Pero el osezno sabía que aquél no era su lugar, se
encontraba incómodo, se sentía observado y no soportaba el ruido de los
turistas del zoo, así que un día uno de sus cuidadores lo encontró tirado,
aparentemente enfermo, así que lo llevó a la sala del veterinario, y allí,
cuando el cuidador fue a llamar al doctor, el osezno se escabulló de la camilla
y consiguió llegar hasta una de las calles del propio zoo, con todo el personal buscándole. Entonces tuvo
que llevar a cabo la segunda parte de su plan, sin duda la más complicada. La
niña rubia que comía helado de pronto se topó con un muñeco idéntico al osezno
que le gustaba tanto, y pese a que pesaba un quintal, su padre, por el amor de
su hija, cargó con él, y así fue como el osezno escapó por fin del zoo. En el
mismo parking se zafó de la familia y empezó a pasar los días recorriendo la
ciudad, comiendo de la basura, huyendo de la policía y provocando que las
madres llamasen mentirosos a sus hijos. A donde quiera que fuese se metía en
problemas, a veces asustaba y a veces le asustaban, usándole como blanco de todo
tipo de perrerías sacadas de la cara oculta del hombre, y por ello acabó
huyendo de las zonas más pobladas hacia la periferia, donde un día escaló por
una cañería y el techo de un garaje y se introdujo por una ventana abierta en
una sala llena de libros que parecía un estudio…
Accésit de
hormigas.
-Señores, la misión que se les encomienda es altamente
peligrosa, por ello se les ha elegido entre los mejores para desempeñar lo que
puede ser la mayor misión de colonización que jamás hayamos llevado a cabo. Ahí
afuera, frente a la entrada norte, ha echado el amarre una bestia milenaria
conocida como bära, xambaari, bear, tragen, sustinere, kandma u oso, su misión
será la de seguir al comandante Z, subirse al lomo de la criatura y desembarcar
cuando hayáis llegado a tierras vírgenes. ¿Alguna pregunta? ¡Pues marchando!
El comandante Z y sus dos mil hormigas salieron
del hormiguero y alcanzaron el objetivo a primeras horas de la tarde, solo que
cuando empezaron a subir al pelaje marrón, la criatura empezó a moverse, no
estando aun los amarres listos, y empezó a avanzar dejando a unas doscientas
hormigas en tierra. El comandante ordenó sujetarse, pero la bestia se movía
bruscamente y muchas iban cayendo, y después llegó el barro. Una vez el barro
empezó a secarse ya solo quedaban trescientos camaradas a bordo, y cuando
divisaron el mar acercándose, el suboficial comentó que si el oso alcanzaba el
agua morirían todas, así que el comandante Z ordenó que desembarcase quien
quisiese y que colonizasen aquella playa, pero que él se iba con quien le
siguiese, y así alcanzaron el océano once hormigas bajo el pelaje marrón lleno
de barro y pequeñas ramas. Pasaron así días, y cuando el bära salió del agua un
frío intenso les atormentó hasta que la criatura se detuvo y se cubrió de nieve.
Entonces, las hormigas, pensando que había muerto, bajaron y decidieron
colonizar aquello, y así es como nacieron las desconocidas hormigas blancas que
habitan allá donde haya nieve y temperaturas extremas, construyendo sus
hormigueros en témpanos de hielo.
Y con esta ya son 250 entradas las que he publicado.
Y con esta ya son 250 entradas las que he publicado.
Muy buena entrada
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