El niño, con un ojo morado, llegó frente a la casa
más grande de la calle. Cogió aire, decidido, y pronunció a voz de grito:
—¡¿Puede salir Nadia a jugar?!
Una ventana del segundo piso, cuya luz estaba
encendida, se abrió y de ella salió la cara de una mujer rubia con cara de
bruja. La cara ya era malévola nada más abrir la ventana, pero tras ver al niño
abrió mucho más los ojos, apretó los labios y le lanzó un libro. No se ha visto
jamás mejor lanzamiento. El libro golpeó al niño en el pecho y le derribó. El
chico se levantó, vio el libro, sonrió y corrió con él a su casa.
Aquella noche el niño pasó todas las páginas buscando algún mensaje escrito a los márgenes, como no vio ninguno supuso que el mensaje se encontraría en el propio texto, así que no dejó de leer en toda la noche. A la mañana siguiente el niño estaba sentado en la cama, muy serio, con el libro en el regazo y pensando cuál podía ser el mensaje. Tardó un tiempo en comprender que no había ninguno, entonces se le pusieron los ojos rojos y a punto estuvo de llorar de rabia.
Aquella noche el niño pasó todas las páginas buscando algún mensaje escrito a los márgenes, como no vio ninguno supuso que el mensaje se encontraría en el propio texto, así que no dejó de leer en toda la noche. A la mañana siguiente el niño estaba sentado en la cama, muy serio, con el libro en el regazo y pensando cuál podía ser el mensaje. Tardó un tiempo en comprender que no había ninguno, entonces se le pusieron los ojos rojos y a punto estuvo de llorar de rabia.
Aquella noche volvió a la casa más grande de la
calle, cogió aire y gritó:
—¡¿Puede salir Nadia a jugar?!
La ventana se abrió y salió la cara de bruja con
un zapato en la mano, zapato que lanzó. El zapato giró casi con pereza en el
aire y golpeó al niño en la nariz, derribándolo. Cuando el niño salió corriendo
le sangraba la nariz a borbotones. Aquella noche metió su pie en el zapato y
descubrió que era tan grande que si lo hacía su otro pie no llegaba a tocar el
suelo, así que metió un pie en el zapato y el otro lo apoyó en el libro. Desde
esas alturas se decidió a volver una noche más.
En niño, con un ojo morado y la boca manchada de
sangre seca de la nariz, llegó frente a la casa más grande de la calle, cuadró
los pies, cogió aire y gritó:
—¡¿Puede salir Nadia a jugar?!
Entonces, aunque la luz tras la ventana habitual
estaba encendida, se abrió otra ventana, asomó la cara de la bruja y se volvió
a meter. Después asomó Nadia sonriendo, miró al niño, dejó de sonreír y le
lanzó una lámpara.
Y es que la hija había salido a la madre.
Jaja.. que bueno, me ha gustado mucho
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