miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un cuento inacabado

Vengo a contar una historia, el problema es que no sé cuál. Conozco los cuentos de los que caminan y de los que siempre están quietos, pero a la hora de la verdad, cuándo abro mi boca estrellada frente a los ojos brillantes en la oscuridad, parece que no recuerdo ninguna.
Iba a contar la historia del niño en el pozo, pero entonces recuerdo con un escalofrío aquel convento abandonado en cuyo fondo del pozo vallado vi a una niña vestida de blanco, que miraba hacia arriba con ojos muertos. Recuerdo mi impotencia y que le lancé mi cuaderno para que se entretuviese, pero no lo tocó. El pozo estaba seco y el cuaderno se rompió por el lomo al tocar el fondo. Quiero creer que la niña no sabía leer, pues yo apreciaba mucho mi cuaderno de tapas color crema con el dibujo de una máquina de escribir y letras de una carta en inglés incompleta. ¿Cómo había acabado allí la niña si la reja pintada de negro estaba soldada a la piedra? Di vueltas buscando algo con lo que intentar romper la verja, pero llegó la noche, volví a mirar el fondo, aquellos ojos sin parpadeo, y sentí pánico, miedo, sentí la oscuridad clavada en las costillas. Huí y jamás le comenté a nadie que vi una niña en el pozo del convento abandonado. Tampoco volví con la luz del sol ni olvidé mi cuaderno, con las historias que había ido forjando aquel verano, historias que al fin me habían apasionado. Así que lo siento por el niño del pozo, pero no contaré su historia, no vivirá hoy en forma de leyenda, tampoco sus tristes padres, ni su hermano, que fue un valiente.
La verdad es que aunque venía a contar una historia ahora soy incapaz. Siento que si me doy la vuelta me encontraré con la niña. Tal vez venga a hacerme daño por no haberla sacado, o tal vez tenga la mano extendida devolviéndome mi cuaderno, pero mi cuerpo no resistiría volver a ver sus ojos, así que no hablaré más, solo miraré mi sujetapapeles con forma de hipopótamo negro, con las fauces abiertas, y le miraré hasta que me trasmita su historia, entonces, tal vez, venga a contárosla.

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