jueves, 17 de septiembre de 2015

Niña

Nació en una isla sin nombre y antes que aprender a andar aprendió a nadar. Fue desde un principio una niña guapa, no preciosa pero sí guapa. En la primera oportunidad que vio, con el permiso de sus padres, cruzó el mar. Tuvo que aprender a cantar y bailar únicamente como pasaporte para poder recorrer el mundo. Todas las personas se sentían cercanas a ella sin llegar a estar lo suficientemente cerca, los conocidos no eran amigos y los profesores jamás pudieron ni vislumbrar la figura de padres aunque se comportasen como tal. Ella fue creciendo de una forma suave, sin sustos ni sorpresas. Se movía con rapidez por las ciudades más grandes de los diferentes países, aprendía idiomas por aburrimiento y no dejaba de sumar habilidades. Su primer noviazgo no lo fue para ella pero sí para él. Ella no poseía un aura misteriosa natural, sino que sin querer había ido elaborando una, y por un par de besos él se creyó enamorado, después ella desapareció y le envió una única carta desde una ciudad de nombre impronunciable. La complejidad de las cosas adquirió un patrón común, ya nada le sorprendía, si acaso le entretenía brevemente hasta que después le cansaba y le veía el parecido con algo que vio el mes pasado en el otro hemisferio. Cuando volvió a casa no volvió al hogar. Sus padres sintieron como la sopa les sabía fría mientras ella relataba anécdotas con una voz ausente de toda emoción. Su segundo novio sí fue novio, pero ella ni le quería realmente ni le apetecía tener una relación, sino que sentía curiosidad por los regalos sorpresa, los paseos por sitios bonitos, los besos continuados, las cosquillas prohibidas y el sexo. Por él, ella volvió a la misma ciudad tres veces, después se cansó y le dejó con un beso formal en la mejilla. Por aquella época le cogió el gusto a los trenes en oposición a los aviones, porque así podía contemplar el paisaje, evadirse y no pensar en nada. Pero todo cambió con el accidente. Un día una de sus tutoras la llevó a un aeródromo donde un piloto le daría una vuelta en avioneta sobre un inmenso bosque, pues iba a tener una audición y la tutora quería que estuviese relajada. Resumiendo: la avioneta se estrelló en pleno bosque, y de las llamas salió ella magullada pero no herida, el piloto murió. Tuvieron que pasar dos inmensos días hasta que pudieron acceder al lugar del accidente, en ese tiempo ella no se movió de la piedra en la que estuvo apoyada, sin comer ni beber, solo viendo cómo la avioneta ardía hasta apagarse en un amasijo de confundibles formas negras. Después del accidente y al ver aquella inacabada apariencia de estado de shock que portaba como una sombra, todos creyeron que volvería a su isla sin nombre y que un largo silencio la reemplazaría en los escenarios, sin embargo, aunque enmudeció considerablemente, sí que siguió bailando, de una forma nueva, artificial, mecánica, cristalina e igualmente bella. Hubo que cambiarle las ropas y los carteles, pues ahora hacía algo diferente, y ella se mantuvo seria mientras la medían, la vestían y la cambiaban de propietarios que deseaban hacer fortuna con ella. Tan solo pidió una cosa, y ésta era peores alojamientos. Ya no quería luminosos hoteles, ahora prefería los apartamentos de los peores suburbios, y como había perdido su luz ya nadie se percataba de quién era. El problema le sobrevino entonces, el problema que destrozaría su carrera: el alcohol. Empezó a beber hasta emborracharse con cierta frecuencia, después bebía todas las noches y finalmente durante todo el día. Su equipo hacía malabarismos para que las actuaciones no se viesen perjudicadas, y milagrosamente fue así un tiempo, pero cuando terminó por escupir al público todo se acabó. Ahora sí que volvió a la isla, y entre el olvidado mar y sus padres, que parecían más temerla que quererla, mejoró, aunque no arregló, su problema con la bebida. Entonces empezó una peregrinación por todas las ciudades que había recorrido hacía tanto y hacía tan poco, y pese a que ya las había visto y había creído fijarse en todo, ahora vio lo que creyó que era la verdad, la verdadera miseria. Al igual que antes había visto los reflejos de las culturas de unos lugares y otros ahora veía la podredumbre compartida, la suciedad y la decadencia del ser humano. Mientras que el accidente le había afectado como el golpe que había sido, esta experiencia se notó menos desde fuera, pero significó un inmenso hoyo donde ella se perdió. Una vez, en un bar, hablando con un hombre que la había conocido en otra época y que no dejaba de llenarle el vaso con intención de llevársela a la cama, le susurró al oído que el accidente de la avioneta lo había provocado ella. En otra ocasión jugó con un desconocido en un bar, y tras abandonarle él la siguió a un callejón, donde la pegó, le rajó las ropas y la violó. Al cabo de unos días ella parecía haber olvidado lo ocurrido. Daba la sensación de que le pesaban las piernas, y daba la sensación de que le pesaban porque le pesaba algo en la conciencia. Estuvo con muchos hombres y una vez cayó en la cuenta de que estaba embarazada, al descubrirlo se sorprendió ligeramente, pero no hizo nada, pasó los días encerrada en su salón. Cuando al fin se decidió por abortar el médico le dijo que con un embarazo tan avanzado ya no era posible, así que dio a luz con los papeles de la adopción ya firmados. Al final pudo desahogarse en parte, un día le fallaron las piernas cruzando un paso de cebra y estalló en llanto, y al ver que lloraba sintió rabia y lloró más fuerte. Poco después decidió acabar con su vida, cogió un bote de pastillas, le quitó el tapón con la boca y antes de poder coger ninguna cayó hacia atrás con las manos en el cuello, asfixiándose sin quererlo con la propia tapa del bote de pastillas. Mientras moría, con los ojos anegados en lágrimas, le abordó la misma sensación que sentía cuando buceaba en el mar, se agarraba a una piedra y comprobaba cuánto podía aguantar sin respirar.

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