Nació en una isla sin nombre y antes que aprender a andar
aprendió a nadar. Fue desde un principio una niña guapa, no preciosa pero sí
guapa. En la primera oportunidad que vio, con el permiso de sus padres, cruzó
el mar. Tuvo que aprender a cantar y bailar únicamente como pasaporte para
poder recorrer el mundo. Todas las personas se sentían cercanas a ella sin
llegar a estar lo suficientemente cerca, los conocidos no eran amigos y los
profesores jamás pudieron ni vislumbrar la figura de padres aunque se
comportasen como tal. Ella fue creciendo de una forma suave, sin sustos ni
sorpresas. Se movía con rapidez por las ciudades más grandes de los diferentes
países, aprendía idiomas por aburrimiento y no dejaba de sumar habilidades. Su
primer noviazgo no lo fue para ella pero sí para él. Ella no poseía un aura
misteriosa natural, sino que sin querer había ido elaborando una, y por un par
de besos él se creyó enamorado, después ella desapareció y le envió una única
carta desde una ciudad de nombre impronunciable. La complejidad de las cosas
adquirió un patrón común, ya nada le sorprendía, si acaso le entretenía
brevemente hasta que después le cansaba y le veía el parecido con algo que vio
el mes pasado en el otro hemisferio. Cuando volvió a casa no volvió al hogar. Sus
padres sintieron como la sopa les sabía fría mientras ella relataba anécdotas
con una voz ausente de toda emoción. Su segundo novio sí fue novio, pero ella
ni le quería realmente ni le apetecía tener una relación, sino que sentía
curiosidad por los regalos sorpresa, los paseos por sitios bonitos, los besos
continuados, las cosquillas prohibidas y el sexo. Por él, ella volvió a la misma
ciudad tres veces, después se cansó y le dejó con un beso formal en la mejilla.
Por aquella época le cogió el gusto a los trenes en oposición a los aviones,
porque así podía contemplar el paisaje, evadirse y no pensar en nada. Pero todo
cambió con el accidente. Un día una de sus tutoras la llevó a un aeródromo
donde un piloto le daría una vuelta en avioneta sobre un inmenso bosque, pues iba
a tener una audición y la tutora quería que estuviese relajada. Resumiendo: la
avioneta se estrelló en pleno bosque, y de las llamas salió ella magullada pero
no herida, el piloto murió. Tuvieron que pasar dos inmensos días hasta que pudieron
acceder al lugar del accidente, en ese tiempo ella no se movió de la piedra en
la que estuvo apoyada, sin comer ni beber, solo viendo cómo la avioneta ardía
hasta apagarse en un amasijo de confundibles formas negras. Después del
accidente y al ver aquella inacabada apariencia de estado de shock que portaba
como una sombra, todos creyeron que volvería a su isla sin nombre y que un
largo silencio la reemplazaría en los escenarios, sin embargo, aunque enmudeció
considerablemente, sí que siguió bailando, de una forma nueva, artificial,
mecánica, cristalina e igualmente bella. Hubo que cambiarle las ropas y los
carteles, pues ahora hacía algo diferente, y ella se mantuvo seria mientras la
medían, la vestían y la cambiaban de propietarios que deseaban hacer fortuna
con ella. Tan solo pidió una cosa, y ésta era peores alojamientos. Ya no quería
luminosos hoteles, ahora prefería los apartamentos de los peores suburbios, y
como había perdido su luz ya nadie se percataba de quién era. El problema le
sobrevino entonces, el problema que destrozaría su carrera: el alcohol. Empezó
a beber hasta emborracharse con cierta frecuencia, después bebía todas las
noches y finalmente durante todo el día. Su equipo hacía malabarismos para que
las actuaciones no se viesen perjudicadas, y milagrosamente fue así un tiempo,
pero cuando terminó por escupir al público todo se acabó. Ahora sí que volvió a
la isla, y entre el olvidado mar y sus padres, que parecían más temerla que
quererla, mejoró, aunque no arregló, su problema con la bebida. Entonces empezó
una peregrinación por todas las ciudades que había recorrido hacía tanto y
hacía tan poco, y pese a que ya las había visto y había creído fijarse en todo,
ahora vio lo que creyó que era la verdad, la verdadera miseria. Al igual que
antes había visto los reflejos de las culturas de unos lugares y otros ahora
veía la podredumbre compartida, la suciedad y la decadencia del ser humano.
Mientras que el accidente le había afectado como el golpe que había sido, esta
experiencia se notó menos desde fuera, pero significó un inmenso hoyo donde
ella se perdió. Una vez, en un bar, hablando con un hombre que la había
conocido en otra época y que no dejaba de llenarle el vaso con intención de
llevársela a la cama, le susurró al oído que el accidente de la avioneta lo
había provocado ella. En otra ocasión jugó con un desconocido en un bar, y tras
abandonarle él la siguió a un callejón, donde la pegó, le rajó las ropas y la
violó. Al cabo de unos días ella parecía haber olvidado lo ocurrido. Daba la
sensación de que le pesaban las piernas, y daba la sensación de que le pesaban
porque le pesaba algo en la conciencia. Estuvo con muchos hombres y una vez cayó
en la cuenta de que estaba embarazada, al descubrirlo se sorprendió
ligeramente, pero no hizo nada, pasó los días encerrada en su salón. Cuando al
fin se decidió por abortar el médico le dijo que con un embarazo tan avanzado ya
no era posible, así que dio a luz con los papeles de la adopción ya firmados.
Al final pudo desahogarse en parte, un día le fallaron las piernas cruzando un
paso de cebra y estalló en llanto, y al ver que lloraba sintió rabia y lloró
más fuerte. Poco después decidió acabar con su vida, cogió un bote de
pastillas, le quitó el tapón con la boca y antes de poder coger ninguna cayó
hacia atrás con las manos en el cuello, asfixiándose sin quererlo con la propia
tapa del bote de pastillas. Mientras moría, con los ojos anegados en lágrimas,
le abordó la misma sensación que sentía cuando buceaba en el mar, se agarraba a
una piedra y comprobaba cuánto podía aguantar sin respirar.
Maravilloso
ResponderEliminar