No me hace gracia que esta sea la primera vez que
hablo sobre las cucarachas, porque me he estado conteniendo muchísimo tiempo
con la idea de llegar a narrar bien algún día y poder transmitir, como primera
historia sobre el tema, mi enfrentamiento con la cucaracha líder a través del
vaso de cristal. Pero bueno, los hechos que voy a narrar han sucedido hace
menos de cinco minutos ¿y qué mejor que hechos frescos?
Yo estaba comiendo solo en la mesa mientras
escuchaba música y mi hermano, que acababa de bajar, preparaba su comida. Como
dato diré que ya no como frente al televisor, es más, ahora apenas veo la
televisión si no es para ver películas. Bueno, lo curioso es que justo había
estado pensando en el molde de una historia que empezaba con un hombre que se
enfrentaba a un dragón con el que nadie había podido antes. Entonces mi hermano
me avisó, con algo parecido a un grito porque yo no le oía por culpa de la
música. Una cucaracha, no llegaba a verla pero sí la intuía en la balda más
baja del armario, la balda de los platos. No quiero dar mala impresión de mi
casa ni de la zona donde vivo, sé que las cucarachas se asocian a la suciedad y
a la pobreza, pero aquí aparecen unas cucarachas negras, de tamaño medio y sin
alas en una época del año, y al que se asquee le reprenderé que allá donde viva
también hay cucarachas, que todos los sistemas de alcantarillado tienen y que
si aquí éstas se dignan a asomarse a las casas es porque el ayuntamiento fumigó
las alcantarillas y las cucarachas, en vez de morir, huyeron, porque no sé como
esperan matar a uno de los pocos seres que sobrevivió a la extinción de los
dinosaurios tantísimos años atrás. Como he dicho, las cucarachas solo aparecen
en una época del año, y ahora no es esa época, de ahí viene en parte la
sorpresa de mi hermano. “Pero qué asco” y “¿Qué hacemos?” fueron dos de las
frases más usadas por Alex, mi hermano, en los breves segundos en los que le
dije “Un momento”, y me terminé el humus. Cuando me hube levantado Alejandro ya
había retirado dos columnas de platos de las tres que había en la balda
aprovechando que la cucaracha corría de un extremo a otro. Yo retiré la última
columna y el vaso que no me dio tiempo a preguntarme por qué no estaba con los
otros vasos (nota para una historia: el vaso que no se sentía vaso y que
prefería la compañía de los platos, que junto a las cucharas de postre son los
únicos habitantes de la cocina realmente sinceros). Entonces nos encontramos la
cucaracha, la balda vacía y yo, pero la cucaracha no estaba desafiante como
tantas otras, ésta corría de un lado a otro por puro pavor, ella no esperaba
encontrarse con un humano y menos conmigo, a quien había reconocido como el que
mató a la cucaracha líder tras la batalla a través del vaso de cristal. Si a
alguien le da asco pensar en una cucaracha negra y brillante le daré un dato,
este espécimen parecía menos cucaracha y más insecto corriente, pues tenía las
patas delanteras más largas, lo que la hacía estar menos próxima al suelo, reduciendo
su asco total. Entonces yo, que seguía escuchando música y tarareándola (para
colmo diré que la canción que sonaba se llamaba “Valiente”) fui consciente de
que si seguía con aquel comportamiento chulesco frente al enemigos sería más
fácil que errase, pero mi hermano me observaba y yo me observaba a mí mismo,
era el rey de la situación y debía seguir siéndolo. Cogí un fragmento cuadrado
de papel de cocina y lo doblé una y dos veces, porque mi hermano y mi madre
envenenan a las cucarachas para después rastrear su cadáver y deshacerse de
éste, pero yo prefiero cazarlas y matarlas con mis propias manos a través del
papel que hace las veces de ataúd. Llegados a este punto hay algo que no tengo
claro, y es que las personas cuando quieren que se les acerque un animal
estiran un brazo, frotan el dedo pulgar con el corazón y dicen onomatopeyas
como “pitas pitas” o “psi psi” y éstas onomatopeyas están socialmente
relacionadas con ciertos animales, creo, como “pitas pitas” con las aves
(especialmente gallinas y ocas) y el “psi psi” se ve muchas veces frente a los
gatos, entonces diré que le hice “psi psi” a la cucaracha porque desconozco la
onomatopeya para atraer insectos. Quería que la cucaracha se acercase porque
estaba pegada a la pared del fondo y eso me impedía cazarla como tengo
costumbre, y maravillosamente la cucaracha se acercó (debe ser que se me dan
mal los perros pero bien los insectos, porque algún día contaré cómo me
convertí en el Rey de las Avispas). Así que fui a cazarla y (¡oh, sorpresa!) por
hacerme el chulo se me escapó por primera vez una cucaracha, pero salió mal
parada, no se crean, pues resbaló hasta la mitad de la balda patas arriba, y
ahí sí sentí algo de asco, porque lo peor de una cucaracha es una cucaracha bocarriba
moviendo a toda velocidad sus muchicientas patas. Ya estando bocarriba la atrapé,
la envolví en un movimiento cuidado en la que no la toco y apreté su cárcel
asegurándome de que muriese dentro. Después la tiré a la basura y por si acaso
me lavé las manos, y ahí tuve que agradecer haberme encontrado con la
cucaracha, pues había comido pescado y siempre me debo lavar las manos tras
comer pescado, porque sino al cabo de media hora me asalta la sensación de que
me apestan las manos y la boca a pescado. Después volví a sentarme y rebañé el
humus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario