jueves, 17 de septiembre de 2015

La cucaracha

No me hace gracia que esta sea la primera vez que hablo sobre las cucarachas, porque me he estado conteniendo muchísimo tiempo con la idea de llegar a narrar bien algún día y poder transmitir, como primera historia sobre el tema, mi enfrentamiento con la cucaracha líder a través del vaso de cristal. Pero bueno, los hechos que voy a narrar han sucedido hace menos de cinco minutos ¿y qué mejor que hechos frescos?
Yo estaba comiendo solo en la mesa mientras escuchaba música y mi hermano, que acababa de bajar, preparaba su comida. Como dato diré que ya no como frente al televisor, es más, ahora apenas veo la televisión si no es para ver películas. Bueno, lo curioso es que justo había estado pensando en el molde de una historia que empezaba con un hombre que se enfrentaba a un dragón con el que nadie había podido antes. Entonces mi hermano me avisó, con algo parecido a un grito porque yo no le oía por culpa de la música. Una cucaracha, no llegaba a verla pero sí la intuía en la balda más baja del armario, la balda de los platos. No quiero dar mala impresión de mi casa ni de la zona donde vivo, sé que las cucarachas se asocian a la suciedad y a la pobreza, pero aquí aparecen unas cucarachas negras, de tamaño medio y sin alas en una época del año, y al que se asquee le reprenderé que allá donde viva también hay cucarachas, que todos los sistemas de alcantarillado tienen y que si aquí éstas se dignan a asomarse a las casas es porque el ayuntamiento fumigó las alcantarillas y las cucarachas, en vez de morir, huyeron, porque no sé como esperan matar a uno de los pocos seres que sobrevivió a la extinción de los dinosaurios tantísimos años atrás. Como he dicho, las cucarachas solo aparecen en una época del año, y ahora no es esa época, de ahí viene en parte la sorpresa de mi hermano. “Pero qué asco” y “¿Qué hacemos?” fueron dos de las frases más usadas por Alex, mi hermano, en los breves segundos en los que le dije “Un momento”, y me terminé el humus. Cuando me hube levantado Alejandro ya había retirado dos columnas de platos de las tres que había en la balda aprovechando que la cucaracha corría de un extremo a otro. Yo retiré la última columna y el vaso que no me dio tiempo a preguntarme por qué no estaba con los otros vasos (nota para una historia: el vaso que no se sentía vaso y que prefería la compañía de los platos, que junto a las cucharas de postre son los únicos habitantes de la cocina realmente sinceros). Entonces nos encontramos la cucaracha, la balda vacía y yo, pero la cucaracha no estaba desafiante como tantas otras, ésta corría de un lado a otro por puro pavor, ella no esperaba encontrarse con un humano y menos conmigo, a quien había reconocido como el que mató a la cucaracha líder tras la batalla a través del vaso de cristal. Si a alguien le da asco pensar en una cucaracha negra y brillante le daré un dato, este espécimen parecía menos cucaracha y más insecto corriente, pues tenía las patas delanteras más largas, lo que la hacía estar menos próxima al suelo, reduciendo su asco total. Entonces yo, que seguía escuchando música y tarareándola (para colmo diré que la canción que sonaba se llamaba “Valiente”) fui consciente de que si seguía con aquel comportamiento chulesco frente al enemigos sería más fácil que errase, pero mi hermano me observaba y yo me observaba a mí mismo, era el rey de la situación y debía seguir siéndolo. Cogí un fragmento cuadrado de papel de cocina y lo doblé una y dos veces, porque mi hermano y mi madre envenenan a las cucarachas para después rastrear su cadáver y deshacerse de éste, pero yo prefiero cazarlas y matarlas con mis propias manos a través del papel que hace las veces de ataúd. Llegados a este punto hay algo que no tengo claro, y es que las personas cuando quieren que se les acerque un animal estiran un brazo, frotan el dedo pulgar con el corazón y dicen onomatopeyas como “pitas pitas” o “psi psi” y éstas onomatopeyas están socialmente relacionadas con ciertos animales, creo, como “pitas pitas” con las aves (especialmente gallinas y ocas) y el “psi psi” se ve muchas veces frente a los gatos, entonces diré que le hice “psi psi” a la cucaracha porque desconozco la onomatopeya para atraer insectos. Quería que la cucaracha se acercase porque estaba pegada a la pared del fondo y eso me impedía cazarla como tengo costumbre, y maravillosamente la cucaracha se acercó (debe ser que se me dan mal los perros pero bien los insectos, porque algún día contaré cómo me convertí en el Rey de las Avispas). Así que fui a cazarla y (¡oh, sorpresa!) por hacerme el chulo se me escapó por primera vez una cucaracha, pero salió mal parada, no se crean, pues resbaló hasta la mitad de la balda patas arriba, y ahí sí sentí algo de asco, porque lo peor de una cucaracha es una cucaracha bocarriba moviendo a toda velocidad sus muchicientas patas. Ya estando bocarriba la atrapé, la envolví en un movimiento cuidado en la que no la toco y apreté su cárcel asegurándome de que muriese dentro. Después la tiré a la basura y por si acaso me lavé las manos, y ahí tuve que agradecer haberme encontrado con la cucaracha, pues había comido pescado y siempre me debo lavar las manos tras comer pescado, porque sino al cabo de media hora me asalta la sensación de que me apestan las manos y la boca a pescado. Después volví a sentarme y rebañé el humus.

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