¿Habéis visto alguna vez el futuro en las pequeñas
cosas? En las historias que te cuentan otras personas es donde más fácil se
puede ver. En las películas, por ejemplo, porque son más breves y con menos
detalles, como una profecía. El problema es que a veces aun en tan poco tiempo,
aunque solo sea un final, lo ves todo demasiado nítido. Ni siquiera un bien o
un mal, sino que lo ves, ves quién viene, quién se va y cómo quedas tú entre
todo eso. Predominan las profecías tristes, pero yo he tenido todo tipo de profecías.
Igual predominan en mí las tristes, igual no sé ser feliz o es que no puedo
apreciar la felicidad sin la tristeza. No lo sé y ahora no me importa, estoy
cansado y me gustaría cambiar algunas cosas, igual la ira acaba por venir a
sustituir a la tristeza. También hay mucha ira en mí, mucha violencia
manifestada de formas que le encantarían a un psicólogo: daría palmaditas y
saltos en su asiento mientras pediría con emoción que lo repitiese, que es lo
que lleva aspirando desde siempre a que hagan todos sus pacientes. Pero es que
cómo no va a haber tristeza e ira en mí si sé cómo me gustaría que fueran las
cosas y sin embargo ya he augurado cómo van a ser. Y es que además del final
nace algo nuevo, como siempre, una segunda felicidad, otra historia con
probabilidades de fracaso, ¿pero acaso no es demasiada pereza esperar a vivir
después de vivir? A veces me cansan ciertas cosas antes de que lleguen y creo
que solo es un mecanismo de defensa, un por qué hacer eso si sabes que no va a
ser bueno, si sabes que no va a salir bien.
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