miércoles, 11 de enero de 2017

Perdón por el desorden

—Eh, tú, que he vuelto.
Y así desaparece y todos se ponen a buscarlo. Es de pronto famoso; antes era rico, pero ahora es famoso. ¿A quién le ha hablado? A ese muchacho al que ahora acosan los medios con micrófonos que parecen buscar reventarle la nariz. Y el pobre ahí parado, sin saber qué decir ni qué hacer. Imagino que el mensaje del desaparecido quería decir algo más de lo que hemos oído todos.

Inciso para soltar lastre:
Desde ya pido disculpas al lector por lo que está leyendo; no voy a decir que he empezado a escribir sin saber cómo continuar porque eso estaría muy mal visto y, qué diantres, no voy a dar tanto asco como el escritor que ando leyendo que de tan pesado cuesta leer y entonces me colapsa la lista de lectura y leo poco.
—Pero Miguel, si no te gusta déjalo.
—Ni en broma. Creo que habré dejado de leer unos cinco libros en toda mi vida, y a por uno volví al cabo de los años para rematarlo (todo esto entendiendo excluidos los libros de poesía). Considero que abandonar un libro es abandonarse de alguna forma ante lo fácil y en parte soy muy dado a perderme rodando por la cuesta de lo fácil que acaba por llevar a abrirte la cabeza, eso y que siempre confío en que si no consigo quedarme con las cosas éstas se quedarán en el subconsciente y que desde ahí, desde lo secreto, me vendrán ayudando en el futuro, algo así como que conseguir leer algo que te costaba te ayudará a crecer de la forma que se pueda crecer al leer algo que te cuesta y, ojo, no hablo de cosas malas, sino de cosas más bien difíciles, porque visto así sí que he ido dejando alguna lectura de retrete atascado que te devuelve el contenido. Además de que lo que estoy leyendo eran diez relatos y voy por el último (el más largo, una novela corta, un “¿así que dices, Homero, que ya ves Ítaca? Sería una putada que uno de tus marineros creyendo abrir una bolsa llena de botines liberase todos los vientos que te acaba de regalar Eolo y tu barco se perdiese de nuevo por el Egeo”) y ya da como cosa dejarlo a estas alturas y habiendo un par de relatos que me han gustado mucho. (¿Un relato es como una persona? ¿Puedes esperar que cambie? ¿Puedes esperarlo acaso de una persona?).

Inciso dentro del inciso para pedir perdón en general por todo el texto porque tela:
Perdón.
Fin del inciso dentro del inciso para pedir perdón en general por todo el texto porque tela.

Y así es que el primer personaje que prometo no saber por qué ha sido catalogado de rico ya no va a salir más, ya no tiene importancia, ha dicho su frase y ya está. Si algo de todo este texto tuviese una mínima importancia sería en su caso el chico que ha quedado, al que un micrófono de un importante canal de noticias le está lavando los dientes.
Fin del inciso para soltar lastre.

Al chico se lo acaban llevando hombres vestidos de negro de esos que aparecen en las películas que ni son policías ni son nada, gente a la que en realidad pagan durante toda la vida por si en alguna ocasión le da por aparecer a un extraterrestre o algo parecido. Se lo llevan y le dicen:
—¿Dónde se ha ido, chico?
Y el chico de pronto agita el rostro, como despertando.
—No lo sé, prometo que no lo sé.
Empieza a tener miedo por su integridad corporal y sus ojos se preparan para ponerse llorosos. Una mano se apoya en su hombro, es una mano grande, más bien se come su hombro.
—Entonces dinos, chico, ¿qué significaba aquello que dijo antes de saltar?
—¿Cómo era?
—Decía que había vuelto.
Y al chico le brillan los ojos, pero ya no por el lacrimal, sino porque siente algo así como un calorcito en el pecho, esa especie de alegría que se siente cuando a alguien que quieres y que no andaba demasiado bien de pronto te mira con esa cara de habitación bien iluminada ventilándose (ese fluir lento y muy blanco de las cortinas).
—Pues qué va a significar, que ha vuelto a escribir, que trae relatos. A saber de dónde los saca, pero la ilusión la lleva puesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario