lunes, 6 de junio de 2016

El cetro de poder

Eran tres chicos y una chica y si se ponían juntos en un orden concreto sus alturas estaban escalonadas. Un chico alto sin gafas que en realidad tiene gafas pero nunca las saca si no es para ir al cine o al teatro y si logra acordarse de que las tiene, dos chicos de alturas en verdad parecidas, con la diferencia de que el pelo de uno, que abulta, le hace ocupar más, ambos llevan gafas. Luego una chica, más baja, sin gafas. Si los cuatro se ponen juntos la escala en realidad no es tan pronunciada, de hecho si hubiese que atribuirles una diferencia no se cogería la altura, ni las gafas, ni el sexo, si hubiese que atribuirles una diferencia, se me ocurre, podríamos hablar del cetro de poder. No sé explicar muy bien qué es esto del cetro, o tal vez sí sé pero no me apetece, así que tan solo fingiremos que existe realmente un cetro, que es pequeño pero pesa, y que solo hay uno, lo cual es importante porque ellos son cuatro.
Uno de los chicos, que no es el primero del que he hablado, sino uno de los que tienen gafas pero que también tiene el pelo corto y por tanto no abulta, si toma o tomase posesión del cetro podríamos decir que se libera. Una persona que siempre ha sido de alguna forma minimizada y atacada con impunidad por multitud de sujetos de pronto se ve liberada pero no es que lo vea, sino que lo siente. Ahí aparece ese humor ácido, ese paulatino paso a llevar las situaciones a su campo, ese meterse con quien se puede meter, sí, con argumentos reales, pero atacando a modo de venganza o tan solo a personas en apariencia más fuertes, solo por el hecho de ver que puede y sentir que puede. Es curioso porque este avance incluye a los hombres pero aún no a las mujeres, hacia las cuales todavía se puede apreciar cómo siempre intenta complacer e incluso camelar.
El segundo hombre, similar en gafas y estatura al anterior, es el del pelo que ocupa. Él buscaría ventajas en la vida en caso de poseer el cetro, el problema es que desconoce qué está poseyendo y por lo tanto en vez de buscar dentro de sí, solo saca una capa más superficial, de tal forma que en caso de poseer el cetro saltaría a intentar llevar a cabo los sueños revolucionarios que le pululan por la cabeza sin pararse a cuestionar realmente qué hace y qué quiere.
La chica no necesita mucha descripción porque es eso, una frente a tres. Ella, como el anterior, tampoco conoce bien el cetro, pero en este caso, su inconsciencia no se manifiesta en la capa subcutánea, sino que sin saberlo se despliegan las cosas que habitan más en su interior. De esta forma puede sin querer emitir mucho calor a quienes le rodeen, pero al igual que puede expulsar, también puede absorber, de tal forma que arranca partes de otras personas para construirse un nido en el que no se sabe qué pasa dentro.
El último, que es alto, generalmente no tiene gafas y cuyo pelo también ocupa, conoce el cetro pero lo usa mal en el sentido de que pierde toda su fuerza o incluso se daña a sí mismo. Lo emplea de una forma similar al primero, pero mientras que aquel buscaba en definitiva una especie de superioridad, éste solo busca herir, atacar buscando el daño en sí como fin. No ataca porque sí, ataca cuando, por ejemplo, siente que otra persona ha utilizado el cetro contra él, pero cuando lo hace busca hacer todo el daño posible y después procura romper el cetro.

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