Eran tres chicos y una
chica y si se ponían juntos en un orden concreto sus alturas estaban
escalonadas. Un chico alto sin gafas que en realidad tiene gafas pero nunca las
saca si no es para ir al cine o al teatro y si logra acordarse de que las tiene,
dos chicos de alturas en verdad parecidas, con la diferencia de que el pelo de
uno, que abulta, le hace ocupar más, ambos llevan gafas. Luego una chica, más
baja, sin gafas. Si los cuatro se ponen juntos la escala en realidad no es tan
pronunciada, de hecho si hubiese que atribuirles una diferencia no se cogería
la altura, ni las gafas, ni el sexo, si hubiese que atribuirles una diferencia,
se me ocurre, podríamos hablar del cetro de poder. No sé explicar muy bien qué
es esto del cetro, o tal vez sí sé pero no me apetece, así que tan solo
fingiremos que existe realmente un cetro, que es pequeño pero pesa, y que solo
hay uno, lo cual es importante porque ellos son cuatro.
Uno de los chicos, que
no es el primero del que he hablado, sino uno de los que tienen gafas pero que
también tiene el pelo corto y por tanto no abulta, si toma o tomase posesión
del cetro podríamos decir que se libera. Una persona que siempre ha sido de alguna
forma minimizada y atacada con impunidad por multitud de sujetos de pronto se
ve liberada pero no es que lo vea, sino que lo siente. Ahí aparece ese humor
ácido, ese paulatino paso a llevar las situaciones a su campo, ese meterse con
quien se puede meter, sí, con argumentos reales, pero atacando a modo de
venganza o tan solo a personas en apariencia más fuertes, solo por el hecho de
ver que puede y sentir que puede. Es curioso porque este avance incluye a los
hombres pero aún no a las mujeres, hacia las cuales todavía se puede apreciar
cómo siempre intenta complacer e incluso camelar.
El segundo hombre,
similar en gafas y estatura al anterior, es el del pelo que ocupa. Él buscaría
ventajas en la vida en caso de poseer el cetro, el problema es que desconoce qué
está poseyendo y por lo tanto en vez de buscar dentro de sí, solo saca una capa
más superficial, de tal forma que en caso de poseer el cetro saltaría a
intentar llevar a cabo los sueños revolucionarios que le pululan por la cabeza
sin pararse a cuestionar realmente qué hace y qué quiere.
La chica no necesita
mucha descripción porque es eso, una frente a tres. Ella, como el anterior,
tampoco conoce bien el cetro, pero en este caso, su inconsciencia no se
manifiesta en la capa subcutánea, sino que sin saberlo se despliegan las cosas
que habitan más en su interior. De esta forma puede sin querer emitir mucho
calor a quienes le rodeen, pero al igual que puede expulsar, también puede absorber,
de tal forma que arranca partes de otras personas para construirse un nido en
el que no se sabe qué pasa dentro.
El último, que es alto,
generalmente no tiene gafas y cuyo pelo también ocupa, conoce el cetro pero lo
usa mal en el sentido de que pierde toda su fuerza o incluso se daña a sí
mismo. Lo emplea de una forma similar al primero, pero mientras que aquel
buscaba en definitiva una especie de superioridad, éste solo busca herir,
atacar buscando el daño en sí como fin. No ataca porque sí, ataca cuando, por
ejemplo, siente que otra persona ha utilizado el cetro contra él, pero cuando
lo hace busca hacer todo el daño posible y después procura romper el cetro.
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