martes, 18 de noviembre de 2014

Agua

Noté como acababa por tocar el suelo frío con la tripa, también notaba cómo me iba quedando sin aire. Entonces, cuando pensé que ya debía quedar poco, abrí los ojos y lo que vi  fue un mero que me miraba desde muy cerca, y me enfadé, de entre todos los peces debía haber sido aquél. Me puse de cuclillas, ahuyentando al pez, y me di impulso llegando así a la superficie donde cogí aire como un hambriento que se lanza sobre una mesa repleta de aperitivos. En fin, decepcionado nadé hacia la orilla más cercana. Hacía frío pero el agua estaba razonablemente cálida, cuando salí me recibió el viento y encogí tanto que debí menguar un metro. Mis dientes sonaban como dos piedras chocando a mucha velocidad, era divertido, pero hacía frío. Corrí a la toalla que se encontraba bajo la sombrilla y me envolví con ella sentándome en un extremo de la otra toalla, donde estaba ella, con sus enormes gafas de sol y lo que supuestamente era un bañador, que a mí me parecía un pijama.
-¿Y bien?
-Nada.
No entendía por qué teníamos la sombrilla si el cielo estaba encapotado y parecía que iba a llover, además la sombrilla se calaría en caso de lluvia porque era de tela. La playa estaba desierta, pero yo aun temblaba demasiado como para pensar en nada, y con nada me refiero a sexo, sexo en plan así salvaje en la playa desierta.
Un rayo iluminó el horizonte, el cual pertenecía al mar, y con su luz iluminó un barco. Cayeron más rayos y me pregunté si alguno caería sobre el barco ¿alguna vez había caído un rayo sobre un barco? Seguro que sí, que divertido sería.

Ya más seco me desprendí de la toalla y volví corriendo al agua. Mientras me cubría por las rodillas, y luego por la cintura, me pregunté si saldría esta vez en caso de no encontrarme con ningún mero.

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