Noté como acababa por tocar el suelo frío con la
tripa, también notaba cómo me iba quedando sin aire. Entonces, cuando pensé que
ya debía quedar poco, abrí los ojos y lo que vi fue un mero que me miraba desde muy cerca, y
me enfadé, de entre todos los peces debía haber sido aquél. Me puse de
cuclillas, ahuyentando al pez, y me di impulso llegando así a la superficie donde
cogí aire como un hambriento que se lanza sobre una mesa repleta de aperitivos.
En fin, decepcionado nadé hacia la orilla más cercana. Hacía frío pero el agua
estaba razonablemente cálida, cuando salí me recibió el viento y encogí tanto
que debí menguar un metro. Mis dientes sonaban como dos piedras chocando a
mucha velocidad, era divertido, pero hacía frío. Corrí a la toalla que se
encontraba bajo la sombrilla y me envolví con ella sentándome en un extremo de
la otra toalla, donde estaba ella, con sus enormes gafas de sol y lo que
supuestamente era un bañador, que a mí me parecía un pijama.
-¿Y bien?
-Nada.
No entendía por qué teníamos la sombrilla si el
cielo estaba encapotado y parecía que iba a llover, además la sombrilla se
calaría en caso de lluvia porque era de tela. La playa estaba desierta, pero yo
aun temblaba demasiado como para pensar en nada, y con nada me refiero a sexo,
sexo en plan así salvaje en la playa desierta.
Un rayo iluminó el horizonte, el cual pertenecía
al mar, y con su luz iluminó un barco. Cayeron más rayos y me pregunté si
alguno caería sobre el barco ¿alguna vez había caído un rayo sobre un barco? Seguro
que sí, que divertido sería.
Ya más seco me desprendí de la toalla y volví
corriendo al agua. Mientras me cubría por las rodillas, y luego por la cintura,
me pregunté si saldría esta vez en caso de no encontrarme con ningún mero.
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