miércoles, 5 de noviembre de 2014

sueño

Era de noche, el autobús llegó a Conde de Casal, como debía, pero en vez de parar se dio la vuelta y volvió a la carretera de Valencia, entonces yo me levanté y anduve hasta el conductor, uno que nunca había visto y que tenía algo que no me gustaba. Le pregunté que por qué dábamos la vuelta y él me dijo que sería vergonzoso llegar pronto, así que en mitad de la carretera de Valencia volvió a dar la vuelta rumbo a Conde de Casal, otra vez. Cuando volví a mi asiento descubrí que me lo había quitado una señora, porque en cada pareja de asientos había solo una persona y donde tuviese que haber dos era mala cosa, así que me senté con alguien a quien no recuerdo y juntos criticamos a la señora que me había robado el sitio, pues su hija y su hijo, ambos pequeños, ocupaban respectivamente una pareja de asientos cada uno. Cuando el autobús paró no se abrió la puerta del medio, por la que se baja, ni la de delante, por la que se sube y a veces se baja, sino que salimos por la ventana del conductor, que era algo más grande de lo normal. Era de noche como ya he dicho, pero en ese momento realmente lo aprecié, era una noche bien iluminada por farolas amarillas, y aun era una hora temprana, pues no había sueño y las calles tenían su tránsito común. Yo tenía la sensación de que tenía que ir a algún lado, no sé si recordaba a donde, pero no sentía ninguna prisa. Entonces hice algo que hago muy poco y que es uno de mis mayores placeres del mundo, cogí un poco de carrerilla, salté, estiré los brazos y planeé un rato como a metro y medio del suelo, es una sensación alucinante, lo más parecido a volar por mis propios medios sin tener en cuenta la vez que pude hacer varios saltos de unos cincuenta metros de altura. Después sentí hambre, así que entré en una tienda de alimentación en la que había napolitanas y demás bollería colgada de unos ganchos de una pared. Cogí uno de aquellos dulces y estuve tentado de comerlo, de hecho lo olí mucho, pero sabía que el precio sería muy alto, por lo que no le di bocado, creo, así que crucé al otro lado de la calle, entré en otra tienda de alimentación y dejé allí el bollo, pero a mi vuelta no sé si sentía el estómago lleno o que lo estaba masticando y pensé que, de alguna extraña manera, al final me había comido el dulce, y así me sentí culpable y entré en la primera tienda a comprar algo para indemnizar de algún modo el hurto sin dolo cometido. Cogí una especie de chupa-chups rosas, pero la asiática dependienta me dijo desde el otro lado de la tienda que cogiese dos, no sé si por algo referido a una oferta, pero cuando cogí el segundo, éste llevaba pegado un tercero, así que la dependienta hizo un gesto como de "no, no" y luego otro de "bueno, da igual", pero yo me di cuenta y los separé en dos. Cuando me estaba cobrando, dijo algo del precio y pensé que me estaba cobrando el dulce de antes, que se había dado cuenta, pero resultó que no. Lo último que recuerdo es que me dio las vueltas en muchas monedas de céntimos y dos mandarinas, y no recuerdo más porque era un sueño.

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