"Habiendo dicho lo que
había dicho, habiendo terminado su discurso sincero e improvisado, el esclavo
dejó su negro palpitante corazón en las manos de aquella mujer, se dio la
vuelta y, con el paso torpe de quien no tiene todos los huesos consigo, se
dirigió de nuevo hacia su trabajo.
-¡Eh, tú!¿Y por qué lo das sin más? es decir, sin dar tantos adjetivos de ese corazón tuyo ¿Será porque ella no se cree que en verdad el regalo por tu parte sea sincero? Cuando algo se explica, es porque no es honesto, nunca lo fue y nunca lo será.
Lentamente, y aun sin estar seguro de que se acababan
de dirigir a él, el esclavo se giró y vio a Ar-Tu, uno de los capataces. En
cuanto le vio, con una mano en el cinturón y la otra cogiendo el látigo, se dio
la vuelta de nuevo pensando que quizá si trabajaba el doble de lo normal el
capataz le dejaría en paz o por lo menos no sería más benevolente.
-Vuelve a mirarme y habla sin miedo, esclavo.
Su abuelo le contaba de pequeño los cuentos que
traía el viento, cuentos como el de Adalia de la Selva o el de el Aliento del Tigre,
y este último se dio en el esclavo cuando todo miedo se apartó y el fuego tomó
sus pulmones, boca, labios y ojos.
-Soy un esclavo, mis únicas pertenencias son mis
harapos y mi catre, pero en realidad no son mías, son de los Generosísimos que,
al igual que me las dan, me las pueden arrebatar ¿Qué me queda entonces? Mi
piel y mis huesos, pero en realidad tampoco me pertenecen, si hago algo mal o
simplemente a vuestra merced le parece, mi piel sangrará bajo la soga y mis
huesos se quebrarán bajo el tormento ¿Tengo algo entonces? Sí, algo que ni tu
espada más larga y afilada podría alcanzar, mi corazón. Entenderá vuestra
merced que si por algún motivo, como ha ocurrido, llego a darlo, avisaré con
pena y orgullo de que es todo cuanto poseo y que aun así hago entrega de él.
Además, cuando los ojos de aquella a la que le he dado mi ofrenda me miran y
sus manos se alzan, me siento más pobre y mísero de lo habitual al encontrarme
frente a tal belleza. Podría darle una galera cubierta del más brillante oro
que aun así pensaría que no es suficiente regalo, entenderá entonces vuestra
merced que me disculpe por lo que le doy. Ahora bien, me da igual que ella
pueda pensar que mi corazón es sincero o no, yo sí se lo di dándole también
todo lo bello, aun sucio, que pudiese quedar en mí.
Cuando algo se explica solo se pretende mostrar
lo que es importante para quien habla, pero oh capataz, no pretendo que lo
entienda, usted ya está completo en su miseria. ¿Se imagina que Adalia de la
Selva no le hubiese explicado al rey que aquello que se le escapaba se las
manos no era arena sino fino oro? Ahora hágame lo que quiera, capataz, que ya
no soy nada más que una piedra que empuja piedras."
El esclavo enamorado
Puede que el capataz no te viera como un esclavo, sino, como un amigo, o puede que algo más. Y si trabajando el doble el capataz no te deja en paz oh esclavo mío, no es porque quiera azotarte, es porque el capataz se mostró al esclavo tal y como era, afable, cercano, cortés; pero el esclavo valiéndose de sus artimañas quiso destruir al capataz, por miedo a dejarse vencer por una amistad imposible, ya que era impensable una relación de amistad entre un capataz y un esclavo. El esclavo urdió el más atroz de los planes, hacer creer al capataz que era su amigo, su confidente. El esclavo tejió con mimo la telaraña que llevaría al capataz a su fin. Tal fue así, que para el defender al esclavo, el capataz mintió por el, destruyo a una doncella por el, pero, lo que el capataz no se percató es que era un plan para acorralarle y que se quedase solo, y una vez solo, acertarle el golpe final. El capataz a darse cuenta de esto, intento reaccionar, pero era demasiado tarde. El capataz no entendió nunca, el porque el esclavo le destruyó de esa manera, ¿sería porque se cansó de ser esclavo? o solo para disfrutar como ver sufrir, a lo que su entender, merecía sufrir. ¿Pero por qué él, por qué el capataz? El capataz, herido de muerte, se retiró, puesto no había batalla que librar, ya que estaba perdida antes de empezar. Solo reconoció algo antes de marchar, muy inteligente esclavo, brillante tu hazaña, pero con ella, has convertido al capataz en esclavo de su propio...para convertirte tu esclavo en un férreo capataz. Moraleja: ¿si un capataz te entrega su corazón y lo destruyes, como la doncella, querrá aceptar el tuyo? Ahora entiendes oh esclavo porque no se pueda fiar. El amor no tiene explicación, como así el más bello de los regalo la tiene. Cuando regalas algo, por más pequeño que sea, si le pones la intención, la pasión y la honestidad, no has de explicarlo, si explicas algo tan sublime como el regalo que ha citado, es porque ese regalo, quizás, sea un Caballo de Troya, tal y como le pasó al capataz con aquel dichoso esclavo.
ResponderEliminar¡¡¡Cómo me ha gustado!!!!! Qué sabiduría, que inteligencia, qué sensibilidad, qué generosidad y qué valentía la del esclavo... Pero sobre todo, qué bien contada la historia. Preciosa.
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