domingo, 23 de noviembre de 2014

Lo verde es ceniza

Las llamas se alzaban contra un cielo gris y la boca me sabía a ceniza, pero no me resultaba un sabor desagradable, más bien conocido, pues hace un tiempo estuve todo un mes comiendo manjares para después descubrir que cada bocado se convertía en mi boca en una ceniza densa como la tierra.
¿Por qué arde? Porque yo le he prendido fuego.
Hace tiempo este lugar era un santuario hermoso, con salas y habitaciones de todo tipo y extrañas gentes que deambulaban por los pasillos para desaparecer al cruzar las puertas. También tenía una inmensa red alrededor, pues las palabras se las lleva el viento y no había que dejarlas marchar.
Una vez llegué y me encontré la puerta rota y solo entonces observé lo vieja que era. Aquello era extraño, normalmente la puerta estaba atrancada y debías emplear bastante fuerza para abrirla, y a veces incluso estaba directamente cerrada con llave o con un letrero que no invitaba precisamente a entrar. Aquel día entré con cuidado y me pareció aquél un lugar frío y desnudo, al que le echaba en falta muchas cosas de las que en su momento me habían fascinado, así que salí a la calle. Una vez bajo la luz del sol vi a una chica en bicicleta y le pregunté si sabía qué pasaba, y me dijo “sí, han trasladado la fiesta a otra parte, sígueme” y empezó a pedalear muy fuerte, tanto que cogió mucha velocidad y no la alcancé corriendo, en ningún momento se me ocurrió gritarle, pues pensé que volvería. Entonces empecé a seguir a gente, a todo aquel que se dirigiese al lugar donde debía haber ido la ciclista pero a muchos les perdía la pista de repente, de una manera casi mágica e irreal, y un par acabaron describiendo círculos absurdos que no llevaban a ninguna parte. Un par de veces emprendí el viaje en solitario, pero no encontré aquello que no se encuentra si no te llevan, y mi último viaje terminó aquí, en el punto de inicio, y con la rabia o la pena, o ambas, o tal vez una sensación a la que nadie se ha molestado en poner nombre, le prendí fuego.

Las llamas se alzaban contra el cielo gris, y aun lo hacen, pues queman y a la vez no queman aquello que el fuego no sabe cómo tratar.

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