Era plena noche cuando desde la calle se pudo
observar cómo la luz de la habitación se encendía. Dentro, un hombre se levantó
de la cama excitado, se puso las gafas que se encontraban en la mesilla de
noche y se calzó con las zapatillas de andar por casa. Su mujer, que dormía con
un camisón de mujer vieja de textura suave, al principio creyó que le había
despertado una pesadilla, pero cuando le vio abriendo el armario y estirándose
para coger el baúl que descansaba al fondo, detrás incluso de la ropa en
desuso, no supo qué pensar. Era un baúl que debiera haber sido olvidado,
abierto solo por sus herederos con ellos dos ya muertos. Y de hecho el baúl
había sido olvidado, pero erase de un hombre que había despertado de un sueño que
no recordaba y que, impulsado por una fuerza extraña, se había adentrado al
fondo del armario. Abrió la tapa, que no necesitaba de llaves ni fórmulas
mágicas, y bajo ella halló papeles viejos y alguna fotografía dada la vuelta.
El hombre cogió una en la que aparecía una mujer joven riendo en blanco y
negro, ella salía en la mitad de la imagen, no estaba posando cuando la
fotografiaron, el fondo parecía algún lugar del campo sin mayor encanto.
—Rocío, querida, creo que tenemos que separarnos.
—¿Pero de qué estás hablando? ¿Has perdido la
cabeza?
Y él, con los recuerdos en sus manos sabía que no,
que más bien la había encontrado.
El amanecer lo encontró riendo en un parque. Se
había vestido, puesto una gabardina y cogido el baúl. Ahora leía escritos,
cartas y hasta artículos de periódico. En aquel baúl había guardado a dos
personas, dos de las más importantes sin contar a familiares. Por supuesto no
estaba Rocío. Una era una amiga, una de la que recordaba hasta cómo fue la
primera vez que la vio. Ella entró por el patio de butacas vacío y se dirigió
al escenario, llegaba tarde, por lo que él ya estaba en él. Lo que no lograba
recordar es cómo de ser compañeros de teatro había llegado él a apreciarla
tanto. Recordaba cuando le decía “ojalá me gustases y ojalá te gustase,
seríamos la pareja perfecta”, y fue decir eso y ella se hizo lesbiana, pero no
pasó nada, así pudieron tener la conversación sobre culos femeninos más
trascendente que se haya podido tener. Iban juntos a todos esos lugares a los
que la gente dice que quiere ir y de hecho les gustaría ir pero no van. De ella
fue de la persona que más cerca se sintió en cuanto a gustos de cine y
literarios, de hecho fue de la persona que más cerca se sintió. Pero aquella
amistad había terminado hacía tiempo, de una forma horrible que todavía se le
clavaba a él en la columna de una manera punzante a causa del arrepentimiento,
por eso ella estaba en el baúl.
La otra persona, hartamente conocida ya, era la
historia de algo que no fue amor que todo el mundo hubiese querido tener. Una
persona que apareció, brilló en su vida hasta cegar y despareció de pronto,
dejándole a él con el recuerdo y medio ciego. Esa persona, además, reapareció
varias veces más en su vida a lo largo de los años, continuando con la antigua
hipótesis de ambos de que aquella historia, de tan fantástica, parecía irreal.
Cada vez que se volvían a encontrar, como dos enemigos viejos o dos antiguos
amantes, portaban caras nuevas, y como además intentaban enseñarle al otro
cuánto poco sabía y lo mucho que habían cambiado las cosas en sus vidas,
acababan interpretando cada uno su papel sin saber ya muy bien qué era del otro
y qué era de sí mismos en relación con el otro. Esa relación terminó porque uno
se alejó un poco y entonces el otro se alejó más y el uno se enfadó y el otro
empezó a jugar con el odio y los dos, el uno y el otro, no volvieron a verse
dejando sus diferencias en el baúl.
Y cuando el hombre terminó de repasar su recuerdo
más querido y se dio cuenta de que aquellas dos personas no estaban ni podrían
estar más, pensó que no quería seguir teniendo una vida normal, que aunque no
pudiese vivir en los recuerdos él quería volver a portar una vida
extraordinaria.
Me voy a tatuar el segundo párrafo en el alma (pero solo la parte feliz)
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