martes, 4 de agosto de 2015

La escalera entre el cielo y la tierra

Trabajó muchos años en aquella escalera de mármol, que llegaba más alto que la torre de Babel y que era sin duda la obra más bella jamás concebida por el hombre. Quien la construyó, el Artífice, tan solo quería vivir en el cielo de una forma real, y allí, empleando la escalera a su vez como columna, erigió una plataforma que impedía ver el sol a quien se situase debajo. El Artífice pudo descansar, pero poco tardaron en llegar las primeras personas al final de la escalera, y él, que jamás pensó en la escalera como un elemento privado, les recibió cortesmente. Llegaron más personas a las que atendieron los primeros llegados, pues el Artífice no se sentía anfitrión al no haberse detenido a pensar que todo aquello era suyo, teniendo él solo que aceptar los cumplidos de quienes le reconocían como el mayor arquitecto de la humanidad. Pero tanta gente quería ver el cielo que la plataforma se llenó, y el Artífice, que disfrutaba de estar sentado, perdió las vistas del azul, las nubes y el infinito, pudiendo ver solo personas y más personas, con su presencia, ruido y basura. Al final le apartaron también de su asiento y él tuvo que andar a duras penas entre tanta gente, añorando cuando aquello era una extensión intimidante de mármol vacío. Sus pasos le llevaron a la escalera, que sorprendentemente estaba vacía, todo el mundo se encontraba en la plataforma pese a ser la escalera lo que en verdad importaba, aquella gente no estaba en el cielo por un suelo, sino por una escalera que les había llevado hasta allí. Así el Artífice recorrió hacia abajo los escalones con la pesadumbre de quien hace algo que jamás pudo llegar a imaginar. Al final, cuando pisó la tierra fresca empezó a reír, no pudiendo parar de las cosquillas que sentía en las plantas de los pies al andar después de tanto tiempo por un suelo blando. Allí, contemplando a su alrededor el verde que había podido crecer en la ausencia de la gente, no echó en falta el azul del cielo, y después de recorrer los infinitos senderos de un hombre solitario descubrió que la tierra para él era un cielo, y pensó también que ojalá no lo descubriesen quienes ahora ensuciaban éste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario