lunes, 3 de agosto de 2015

Viva la música

Estaba Miguel tumbado en el sofá contemplando los discos de la estantería de su padre cuando vio el nombre de un cantautor al que había descubierto hacía poco y al que no se esperaba encontrar en una colección que no se incrementaba desde hacía muchos años. Estiró el pie, que no la mano, para intentar coger el disco entre el índice y el dedo gordo, pero falló y cogió el disco que estaba al lado, así que lo volvió a meter en su sitio cuando llevaba la mitad sacado, con la mala suerte de que el movimiento hizo temblar la pila de discos que había encima, los cuales empezaron a caer. Las carátulas de plástico empezaron a golpearle las pantorrillas, cuando la esquina de una le hizo un corte, a lo que se apuntaron las demás, que empezaron a clavársele llegando incluso una a tocar el hueso. Otra carátula se abrió y de ésta salió un disco que fue rodando desde la pantorrilla, por el muslo, la tripa y el pecho con su filo cortante hasta que llegó a la oreja y la saturó de un tajo. Tras esto, Miguel se levantó deprisa, con la mala suerte de que el suelo estaba lleno de discos, los cuales le hicieron resbalar y caer directamente bajo la cascada musical. El pelo amortiguó un poco los golpes, la barba no tanto, pues un CD le dejó una calva al pasar rozándole la mejilla y afeitándosela de paso. Miguel gritó, y con la lengua fuera cayó la última carátula, la del cantautor, que se abrió, le pilló la lengua y se volvió a cerrar de tal forma que se la arrancó de cuajo, con tal perfección que ni sangró.
Miguel, destrozado y empapado en sangre, se fue al cuarto y se tumbó en la cama, y de pronto descubrió con pavor que frente a él se erigía una estantería llena de libros, algunos de los cuales, los tomos más grandes, parecían mirarle con enloquecido sadismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario