jueves, 13 de agosto de 2015

Trascendencia

Y el niño murió y en el cielo se vio de pronto frente a un inmenso dios sentado. Tenía cara de humano pero aun así recordaba a un felino.
—Mi mamá dice que tú no existes —Y el gato ladeó la cabeza— No, no existes.
Y el dios maulló como maullaría un ser que fuese dios, hombre y gato a un tiempo.
Entonces todo cambió y el niño se vio en un parque con árboles de hojas de plata, suelo liso, blanco y brillante y una espesa niebla que lo rodeaba todo. Había un banco, el niño se acercó y se sentó. De pronto vio que en la pequeña superficie que lograba ver frente a él había muchos bebés gateando, sentados o intentando ponerse de pie. Una voz contestó a sus preguntas sin formular.
—Esto es el limbo. Aquí vienen quienes no han sido bautizados.
Quien hablaba, comprobó el niño, era un esqueleto que vestía túnica negra con capucha y portaba una guadaña, parecía inmensamente triste. El niño no recordaba si a él lo habían bautizado, probablemente no.
—¿Y por qué son todo bebés?
—Porque ellos aun no pudieron ser buenos o malos.
—¿Y por qué estoy yo aquí?
—Porque le has dicho a Dios que no existe creyendo de verdad que así era.
—¿Y cuál es tú relación con él?

—Sería difícil de explicar.

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