jueves, 13 de febrero de 2014

Felichidá

Cuando alguien tiene razón, la tiene. Aunque me cueste reconocerlo.

Y me dijo que hiciese algo alegre, y así me di cuenta de que estaba siguiendo los pasos de lo que me habían dicho hace mucho "cuando estás triste escribes mejor".
Soy hombre de muchas palabras cuando quedan bien, y de otras tantas cuando puedo chinchar y las profecías solo me gustan si las hago yo o si son buenas, por eso fue mi tercer divorcio, el de la bruja.
Bueno, os cuento lo que pasó. Yo, para no meterme en mas problemas y para dejar de enrollarme en la tela de araña que iba colocando por las paredes, decidí dejar la mente en blanco y así, meditando, me trasladé a ese mundo que no tiene dimensiones y es todo blanco. Pero claro, en la paz, está el aburrimiento. Cuando abrí los ojos estaba en una guerra, pero ojo, llevaba sombrero. Me lo quité para poder observarlo, era tan genial, tan precioso... Mientras le dada vueltas en mis manos un silbido de bala rozó mi oído, me lo puse y mientras lo sujetaba con una mano eché a correr. Fue bastante divertido ver la cara de los hombres de la trinchera a la que fui a parar, pobrecitos, se esperaban un pelotón de soldados furiosos y de la bruma tan solo salió un muchacho medio loco aunque eso si, con sombrero ¡Y qué sombrero!
Cuando llegó el hombre de los suministros en su avioneta, le cambié un viaje por una flor que había hecho con un poco de papel albal. Que bonitas eran esas nubes, que pasaban de la guerra y su única preocupación era llover cuando las chicas saliesen a tomar el sol.
Cuando me despedí del aviador (Ojo aquí ¿eh? ojo, que voy a hacer mención en parte a algo que he dicho antes, así que mucho ojo, bueno no, tanto no, solo ojo) le dí una profecía, tendría un medio accidente y tras este encontraría a su futura mujer.
No debí haberme dormido en aquel tren porque me salió el Universo Blanco al paso y tropecé con él. Al despertar había otra vez caos, y este era del que no tiene sentido, que es peor. Tres hombres lobos asustaban a la gente proyectando sombras gigantes y, aprovechando el frenesí, decidieron invadir los extraterrestres, y como estos usaban armas de láser rojo de las que provocan fuego la que se lió... Que conste que de ahí me fui por pereza, porque poner orden ahí debía envejecerte unos siete años.
Amor, mi historia necesitaba amor pero Ña, no tenía tiempo. Así que me compré una historia de amor de kiosco, pero sin pagar el extra de lágrimas en la despedida.
Ya a punto de llegar a mi casa me topé con dos hombres de lo más curiosos, uno tenía el mérito de haber sido el primer pistolero en limpiar todo un pueblo de bandidos, allá en el Oeste y también de haber sido el primer Sheriff en luchar en la guerra de Marruecos, imagínenselo, un cow boy contra hombres de turbante, caballo y sable. Recuerdo que a él le regalé pelusa de bolsillo pero, por si sonaba a poco, se lo entregué en una carísima ceremonia en palacio. Al otro hombre le regalé un silencio de respeto, y eso que él tampoco habló, pero su barba, que barba madre mía, amplia en sus tres direcciones, blanca, franja negra, blanca, franja negra y blanca, que barba, casi tan chula como mi sombrero.
Llegué a casa, y no se esperen un gran final, es que creo que creen que esto es ficción o algo así, Pif, que nu Puz, les digo. Bueno, esto de meditar cansa mucho, así que dormí, dormí sin soñar, pues ya había gastado el cupo del día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario