martes, 25 de febrero de 2014

venganza y joyas

Eran dos hombres los que se acercaban a la casa por detrás, uno parecía inseguro, se llamaba A. El otro, al que se le había ocurrido el robo tiempo atrás, estaba momentáneamente distraído, pero más seguro en el fondo, se encontraba en una de esas situaciones en las que debes defender tu causa hasta que todo haya caído, se llama M.
¿Por qué uno se llamaba y el otro se llama? Fácil, porque uno está muerto y el otro no.
Llegaron a la puerta de la parte trasera que estaba abierta, lo cual no era raro, y sin vigilar, lo cual sí lo era a no ser que supieses, como sabían A y M, que O estaba compinchado con ellos y esa noche curiosamente no aparecería en su lugar de trabajo.
Elizabeth, que por las horas que eran ya estaba en bata roja, peinaba sus rizos con parsimonia frente al espejo del baño. Antón bebía y fumaba productos caros en el salón, con los pies en uno de esos apoyadores de pies. Macúo, el mayordomo, terminaba de secar el último plato de la vajilla y pensaba en preguntar al señor si le apetecía ser acompañado, pues le apetecía bastante beber.
Macúo se giró al tiempo que dos hombres vestidos de maneras bastante extrañas entraban por la puerta del servicio. El primero de ellos se sorprendió al verle y le apuntó con una pistola.
-¡Alto!-Exclamó
Macúo, veloz, desapareció por una puerta.
-¿Qué pasa aquí?- Era Antón, aun con el vaso en una mano y el puro en la otra.
Sin pausas ni tonterías, el arma de M disparó, volándole los sesos.
¿Sorprendente verdad? Digo la sangre, la rapidez y el disparo innecesario, pues se debe a que a O le conocían ¿no? pues le conocían porque M había sido su compañero, y fue despedido por Antón, después de meses de insultos. M no tenía mucha empatía que digamos.
-Aaahh-Apareció Macúo, como loco, con una espada de varios siglos atrás sobre su cabeza.
Esta vez fue el arma de A la que abrió fuego, y ante la indisposición de Macúo a morir, disparó tres veces.
Abrían cajas pequeñas buscando cosas de valor, fáciles de llevar.
A subió al segundo piso, pasando al lado de una mesilla presidida por la foto del viejo tío R, y entró en el baño. Murió dulcemente, pues ni vio a Elizabeth, ni a su cuchillo, no vio nada.
M huyó corriendo, venganza y joyas ¿Qué más se puede pedir? Yo le esperaba en la camioneta con el motor en marcha, arranqué a su "corre corre". Mientras nos alejábamos pensé que qué curioso, Juntando los nombres de mi compañero, el otro muerto, el de la foto y el vigilante, salía la palabra AMOR, que curioso, si, también pensé en escribir lo sucedido y me había gustado lo de "venganza y joyas".



He de decir que estoy muy descontento con este escrito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario