miércoles, 30 de abril de 2014

El Ancla de Bermeo

El rey Bermeo hijo cortar un ancla cerca de la costa de Perimedini, cuando ésta se hubo hundido en las oscuras aguas, les dijo a sus dos hijos que el que el que la consiguiese subir sería el nuevo rey. Tras un par de inversiones localizaron el gran objeto metálico, pero tras muchos otros intentos quedaron fatigados sin haber conseguido subirlo. Casi un año después, con espaldas anchas como caminos, brazos como columnas, barbas de marinero con pelos de escoba, pulmones como nubes y mucho, mucho, nitrógeno en los mismos, claudicaron frente a su padre. Así comenzó la república.
El ancla sigue ahí, cerca de la costa y bajo las aguas en las que me baño desde que tengo recuerdos claros, debería estar llena de algas, pero se encargan de limpiarla las manos de multitud de visitantes que quieren hacer el paripé de intentar levantar el Ancla de Bermeo, como si fuese una especie de espada del rey Arturo, estúpidos...
Yo, cuando la intento levantar, lo hago de verdad. Estudié derecho por una razón, repasar con ojo crítico las leyes ¿para qué? Bien, pues he descubierto que si lograse levantar el ancla, obligatoriamente me convertiría en rey.
Lo de que el ancla es de oro y está llena de piedras preciosas es mentira ¿eh? Mentira.

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