En verano me tumbaba sobre el césped, verde y mullido, y su
frescor me hacía dormir tranquilo. Pero ahora el frío hace que el rocío
persista, y éste me moja la espalda. Ahora la tierra se congela y se hace dura,
y no me deja conciliar el sueño. Menos mal que se me ha ocurrido extender una
alfombra de hojas rojas. Ahora duermo mucho mejor.
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