¿Qué quieres decirme? Algo querrás decir si estás
al otro lado del espejo, si te has tomado la molestia. Verás, no me gusta tu
silencio, así que voy a romperlo, espero que no te importe. Siéntate, vamos,
siéntate como yo me siento, así, perfecto.
Bien, verás, el otro día soñé que había una
reunión de los que fuimos a Irlanda, una falsa reunión que se repite en muchos
sueños para dar paso a la acción. Era como si fuese una cena en un barco, en un
barco grande, poco alumbrado a propósito. Yo sentía algo en el estómago porque sabía
que ella estaría allí, porque aunque ella no estuvo en Irlanda, pese a que la
conociese un poco después de volver, en el sueño ella debía acudir al banquete.
La gente estaba sentada en varias mesas, y a mí me tocó en una apartada en la
que me tenía que sentar con hombres algo mayores aunque jóvenes, trajeados, que
habían pagado una fortuna por cubierto y por lo tanto me ignoraron todo el
rato, si no se rieron de forma encubierta. Recuerdo dos cosas en especial de
aquella mesa, recuerdo que no pedí probar de su comida en ningún momento por
puro orgullo, pese a que tenía buena pinta y yo me moría de hambre, y recuerdo
también que sobre la mesa había varias botellas de vino que no eran normales,
eran más grandes, mucho más, unas botellas (¿se llamarán botellones?) que
existen en la realidad y que justo había visto aquel día. También recuerdo
recibir un mensaje de texto de ella, el mensaje me gustó, me hizo mucha ilusión
que me escribiese, aunque tuve que leerlo de mala manera, y recuerdo también
que no lograba escribir una respuesta porque cuando le escribo a ella debe ser
a través de unas reglas extrañas, y me distraían los hombres trajeados. Sin
haber enviado aún una respuesta la vi acercarse reflejada en algo de metal que
había frente a mí, se acercaba como pretendiendo no hacer ruido, y tenía el
pelo más corto que en la realidad. De pronto su cabeza apareció junto a la mía,
casi mejilla contra mejilla, y me dijo algo, algo que me gustó muchísimo, y no
tanto por las palabras sino como por el tono, un tono alegre, ausente de
misterios y cosas malas. Me levanté y me fui con ella. No recuerdo de qué
hablamos, pero sí de que aún no era noviembre, de que fue una de esas
conversaciones que cuando las tienes no cambian nada especialmente pero te
dejan muy buen sabor de boca, y bueno, recuerdo que me decía que últimamente me
leía mucho, y no solo por buscarse entre mis letras sino porque realmente le
gustaba lo que yo escribía, y aunque esto me hacía ilusión en el sueño, lo que
realmente ocurría es que esas palabras estaban inspiradas en lo que me había
dicho Laura, la chica geográfica, hacía solo unos días. Recuerdo ver a su madre
de fondo y pensar que en aquel momento su hija estaba conmigo, lejos de su
hechizo, y recuerdo también sentir a su hermana, pero no quería verla.
Supuestamente era una cena de los que fuimos a Irlanda pero yo allí no conocía
a nadie. Ya he dicho que creo que estábamos en un barco, y creo que salíamos al
cielo nocturno, aunque no llegaba a ver el mar. Me gustaba su pelo y su tono
confidencial, pero luego no recuerdo qué pasaba, estábamos dentro de un
edificio de paredes feas sin decorar y corríamos, y yo sabía que el tiempo con
ella sería limitado y no quería desaprovecharlo en correr, quería hablar con
ella, solo hablar. Ahora recuerdo que cuando estábamos en el barco yo le
transmitía el problema que no llegué a poder contarle en el último sueño porque
justo ella desaparecía y yo despertaba, le dije que si se había dado cuenta de
que el dieciséis era lunes y ella tenía clase por la mañana y yo por la tarde,
y ella respondía “oh”, uno de esos ohs que tanto odiaba en ella porque dan
muchísima información, pero toda dentro de su cabeza, mientras tú solo ves su
rostro inexpugnable. Aunque bueno, creo que luego me daba una solución, o eso o
me decía que ya nos estábamos viendo en ese momento y por lo tanto ya no habría
dieciséis. Del resto de sueño no me acuerdo de nada, solo de que me gustó la
conversación y de que no hubo nada más ni pudo haberlo, creo que al fin me
reconoció que estaba con alguien, y yo sentí que en aquellos momentos era
sincera conmigo como de alguna forma no lo fue en vida. Por último, y poco
después de esto me desperté o ella y esa historia desaparecieron, recuerdo
estar bajando unas escaleras muy largas con ella callada al lado (escaleras
parecidas a unas en las que estuve ese mismo día) y decirle, tras pensar en los
últimos hechos dentro del sueño:
—¿Crees que me acordaré de esta conversación
cuando despierte?
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