viernes, 16 de octubre de 2015

Un sueño

¿Qué quieres decirme? Algo querrás decir si estás al otro lado del espejo, si te has tomado la molestia. Verás, no me gusta tu silencio, así que voy a romperlo, espero que no te importe. Siéntate, vamos, siéntate como yo me siento, así, perfecto.
Bien, verás, el otro día soñé que había una reunión de los que fuimos a Irlanda, una falsa reunión que se repite en muchos sueños para dar paso a la acción. Era como si fuese una cena en un barco, en un barco grande, poco alumbrado a propósito. Yo sentía algo en el estómago porque sabía que ella estaría allí, porque aunque ella no estuvo en Irlanda, pese a que la conociese un poco después de volver, en el sueño ella debía acudir al banquete. La gente estaba sentada en varias mesas, y a mí me tocó en una apartada en la que me tenía que sentar con hombres algo mayores aunque jóvenes, trajeados, que habían pagado una fortuna por cubierto y por lo tanto me ignoraron todo el rato, si no se rieron de forma encubierta. Recuerdo dos cosas en especial de aquella mesa, recuerdo que no pedí probar de su comida en ningún momento por puro orgullo, pese a que tenía buena pinta y yo me moría de hambre, y recuerdo también que sobre la mesa había varias botellas de vino que no eran normales, eran más grandes, mucho más, unas botellas (¿se llamarán botellones?) que existen en la realidad y que justo había visto aquel día. También recuerdo recibir un mensaje de texto de ella, el mensaje me gustó, me hizo mucha ilusión que me escribiese, aunque tuve que leerlo de mala manera, y recuerdo también que no lograba escribir una respuesta porque cuando le escribo a ella debe ser a través de unas reglas extrañas, y me distraían los hombres trajeados. Sin haber enviado aún una respuesta la vi acercarse reflejada en algo de metal que había frente a mí, se acercaba como pretendiendo no hacer ruido, y tenía el pelo más corto que en la realidad. De pronto su cabeza apareció junto a la mía, casi mejilla contra mejilla, y me dijo algo, algo que me gustó muchísimo, y no tanto por las palabras sino como por el tono, un tono alegre, ausente de misterios y cosas malas. Me levanté y me fui con ella. No recuerdo de qué hablamos, pero sí de que aún no era noviembre, de que fue una de esas conversaciones que cuando las tienes no cambian nada especialmente pero te dejan muy buen sabor de boca, y bueno, recuerdo que me decía que últimamente me leía mucho, y no solo por buscarse entre mis letras sino porque realmente le gustaba lo que yo escribía, y aunque esto me hacía ilusión en el sueño, lo que realmente ocurría es que esas palabras estaban inspiradas en lo que me había dicho Laura, la chica geográfica, hacía solo unos días. Recuerdo ver a su madre de fondo y pensar que en aquel momento su hija estaba conmigo, lejos de su hechizo, y recuerdo también sentir a su hermana, pero no quería verla. Supuestamente era una cena de los que fuimos a Irlanda pero yo allí no conocía a nadie. Ya he dicho que creo que estábamos en un barco, y creo que salíamos al cielo nocturno, aunque no llegaba a ver el mar. Me gustaba su pelo y su tono confidencial, pero luego no recuerdo qué pasaba, estábamos dentro de un edificio de paredes feas sin decorar y corríamos, y yo sabía que el tiempo con ella sería limitado y no quería desaprovecharlo en correr, quería hablar con ella, solo hablar. Ahora recuerdo que cuando estábamos en el barco yo le transmitía el problema que no llegué a poder contarle en el último sueño porque justo ella desaparecía y yo despertaba, le dije que si se había dado cuenta de que el dieciséis era lunes y ella tenía clase por la mañana y yo por la tarde, y ella respondía “oh”, uno de esos ohs que tanto odiaba en ella porque dan muchísima información, pero toda dentro de su cabeza, mientras tú solo ves su rostro inexpugnable. Aunque bueno, creo que luego me daba una solución, o eso o me decía que ya nos estábamos viendo en ese momento y por lo tanto ya no habría dieciséis. Del resto de sueño no me acuerdo de nada, solo de que me gustó la conversación y de que no hubo nada más ni pudo haberlo, creo que al fin me reconoció que estaba con alguien, y yo sentí que en aquellos momentos era sincera conmigo como de alguna forma no lo fue en vida. Por último, y poco después de esto me desperté o ella y esa historia desaparecieron, recuerdo estar bajando unas escaleras muy largas con ella callada al lado (escaleras parecidas a unas en las que estuve ese mismo día) y decirle, tras pensar en los últimos hechos dentro del sueño:
—¿Crees que me acordaré de esta conversación cuando despierte?

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