lunes, 5 de octubre de 2015

Las flechas

Cupido venía de estar con Baco, no estaba de más el sexo de un bacanal dejando de lado el amor de vez en cuando. Sin embargo los bebés no deben volar cuando han bebido, son un peligro público. Así que apuntó su flecha con punta de oro, soltó y acertó en el corazón del hombre bienvestido. Después cogió la de la punta de plomo y apuntó a la mujer, que estaba muy seria porque estaba caminando, y cuando caminaba pensaba y esto la hacía estar muy seria. Cupido soltó y ahogó un grito. Había dioses de una increíble puntería como Zeus, Atenea o Apolo, y también mortales como Ulises o Meleagro, pero a todos ellos les estaba concedida la posibilidad de fallar, no así a Cupido. La flecha no se clavó donde debía, pero tampoco se perdió en la distancia, la flecha se clavó en el centro del pecho de la mujer, a la derecha del corazón. Y así, una flecha de plomo que debió hacerla rechazar al hombre, la envenenó de por vida haciéndole imposible querer nunca más.

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