Era una comida familiar en casa de tía Ana, y mamá no me
dejó llevar los guantes de medio dedo porque tenía que ir medianamente
arreglado. La prima Elisa es la hija de la tía Ana, y nosotros íbamos, junto con
casi toda la familia, a una comida en celebración del cumpleaños de tía Ana.
Llegamos, nos abrieron y nos preguntaron qué queríamos beber: mis padres vino,
mi hermano cerveza y yo un refresco, porque mamá dice que no puedo beber
alcohol y no me gustan el vino ni la cerveza. Saludé a los que habían llegado,
a las mujeres con dos besos, a los hombres que eran incorporaciones recientes
como los novios de tía Claudia y tía Helena dándoles la mano y a los hombres de
la familia con dos besos también. Como saludé a todos saludé también a la prima
Elisa, que siempre tiene los ojos vidriosos y la piel muy pálida porque tiene
una enfermedad que le impide dormir. El aperitivo se tomó de pie, como siempre,
y luego nos sentamos alrededor de la mesa cuadrada que en realidad eran dos
mesas rectangulares puestas juntas para la ocasión. La gente, para tomar el
aperitivo, había cogido vasos sin saber dónde se iba a sentar, y ahora algunos
tenían de más y a otros les faltaban, además de que algunos teníamos vaso de
vino cuando no bebemos vino, así que corrieron vasos de un lado para otro y
empezó la comida. Me gusta el sonido que se produce cuando alguien apoya el cubierto
en el plato para estirar la mano, coger un trozo de pan, partirlo en trozos más
pequeños y morder uno o utilizarlo para mojar la salsa o empujar la comida, y
después recoger el cubierto. La comida estaba muy rica porque en las
celebraciones especiales se hace comida que no se suele hacer y como es típico
en mi familia se cocina mucho y la gente como yo podemos comer y comer. Llegó
el momento de los regalos y todo fueron ropa y complementos para tía Ana, a
excepción del libro que le regalé yo, y a pesar de ser un regalo diferente no
le prestó atención, y eso que le había comprado un libro finito porque sabía
que ella no leía. Al final acabamos todos sentados relajadamente sobre los
sofás, los sillones y alguna silla, tomando café o bebidas alcohólicas de las que se toman después de comer. Yo bebía
agua para tragar el chocolate porque mamá no me deja beber alcohol, y el tío
Ernesto bebía vino porque solo bebe vino, y si le preguntas si quiere otra
bebida te contesta “no, no”. Estaba tía Claudia devorando pastelitos cuando
soltó una exclamación y se llevó las manos a la boca, la miré y luego seguí su
mirada. La prima Elisa estaba recostada en el sofá, con los ojos cerrados, los
labios apretados y las manos juntas sobre el regazo. Se hizo el silencio porque
todos estaban sorprendidos ya que la prima Elisa no dormía por una enfermedad,
como dicen mamá y papá. La miramos un rato y entonces ella abrió un poco los
ojos, “estaba soñando algo precioso”, dijo, “acercaos y soñadlo conmigo”.
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