El cantante es guapo, pero tampoco destaca. Su
música ambienta el cuarto, siete mesas ocupadas y otras tantas personas de pie,
bebiendo de a poco y escuchando. A pesar de que el cantante canta y los
instrumentos tocan se podría decir que el cuarto está en silencio, si acaso
interrumpido brevemente por un conejo que sale de una puerta, cruza la sala por
detrás de la gente, solo lo ve el cantante, y desaparece por otra, seguido de
una niña llamada Alicia que viste un sencillo vestido azul. En otra sala una
mujer se deja besar el cuello mientras calcula a qué hora debe marcharse, su
bebida está especialmente buena, ¿qué ha dicho el hombre que era? Un hombre
después de lavarse las manos disfruta con el hecho de subirse la cremallera, es
un acto sencillo pero placentero, piensa. Ese mismo hombre se ve obligado a
apoyarse contra la pared para evitar ser arrollado por un conejo que porta un
reloj y la niña rubia que lo sigue, después llega a la sala en la que el
cantante, respaldado por la batería, se ha animado considerablemente. El
cantante, piensa una mujer con los labios muy pintados de rojo, en el instituto
debió ser feo o socialmente feo, pero ahora mismo ella pasa el dedo por la copa
imaginándose, divertida, cómo sería acostarse con él. En otra sala, un hombre
tras la barra se siente a gusto de trabajar allí. Mientras limpia con mimo una
jarra enumera grandes inconvenientes, como las horas que son o que la gente
parece no verle, pero por otro lado le gusta la luz tenue, la música que suena
y las extrañas bebidas que la gente no pide en otra parte. La mujer que se
dejaba besar el cuello nota una mano sobre su pecho izquierdo y se plantea si
detener ya al hombre. El señor que disfrutó subiéndose la cremallera siente
cómo el alcohol se extiende por su nuca, brazos y piernas en forma de humo
cálido, y ve con tristeza el fondo del vaso vacío. La mujer de los labios muy
pintados de rojo lleva algo más de maquillaje, como por ejemplo los ojos
pintados, pero su pelo y su rostro parecen naturales, solo destacan los labios,
muy pintados de rojo. El cantante cierra un momento los ojos mientras alarga
una palabra, haciendo que a los presentes se les estremezca el corazón y a los
conejos se les pare el reloj. El hombre tras la barra ve acercarse a un hombre
que se baja y se sube la bragueta, después ve que éste le mira de verdad, no
como todos los demás, así que decide servirle una bebida especial, una que le
dio antes a un hombre para que a su vez se la diese a una mujer que se iba a
dejar besar el cuello. La mujer de los labios muy pintados de rojo siente un
malestar momentáneo, pero cuando se recompone descubre que se ha levantado y
que casi ha abandonado la sala, ahora está muy lejos del cantante. Alicia y el
conejo pasan al lado de una mujer que se intenta zafar de un hombre que si no
se puede acostar con ella por lo menos quiere volver a besarle el cuello, ella
se levanta, airada, él se levanta, por estar a su altura pero sin saber qué
hacer. El hombre que camina mientras se va bajando y subiendo la cremallera al
ritmo de la música degusta su bebida y siente que alguien que ha bebido esa misma
bebida está en peligro. La mujer de los labios muy pintados y torcidos en una
mueca huye de la música por no estar cerca del cantante, y su huida la lleva a
un cuarto donde un hombre empuja a otro y se lleva del brazo a una mujer con el
cuello muy besado mientras ambos beben del mismo vaso. El otro hombre va a
seguirlos cuando la mujer de los labios muy pintados pasa a tenerlos menos
pintados a medida que le besa, con los ojos cerrados, imaginándose que es el
cantante.
Entonces termina la canción, el cantante abre los
ojos y se encuentra con un aplauso. Él se inclina hacia delante y al levantarse
da las más sinceras gracias.
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