viernes, 2 de octubre de 2015

Mientras suena la canción

El cantante es guapo, pero tampoco destaca. Su música ambienta el cuarto, siete mesas ocupadas y otras tantas personas de pie, bebiendo de a poco y escuchando. A pesar de que el cantante canta y los instrumentos tocan se podría decir que el cuarto está en silencio, si acaso interrumpido brevemente por un conejo que sale de una puerta, cruza la sala por detrás de la gente, solo lo ve el cantante, y desaparece por otra, seguido de una niña llamada Alicia que viste un sencillo vestido azul. En otra sala una mujer se deja besar el cuello mientras calcula a qué hora debe marcharse, su bebida está especialmente buena, ¿qué ha dicho el hombre que era? Un hombre después de lavarse las manos disfruta con el hecho de subirse la cremallera, es un acto sencillo pero placentero, piensa. Ese mismo hombre se ve obligado a apoyarse contra la pared para evitar ser arrollado por un conejo que porta un reloj y la niña rubia que lo sigue, después llega a la sala en la que el cantante, respaldado por la batería, se ha animado considerablemente. El cantante, piensa una mujer con los labios muy pintados de rojo, en el instituto debió ser feo o socialmente feo, pero ahora mismo ella pasa el dedo por la copa imaginándose, divertida, cómo sería acostarse con él. En otra sala, un hombre tras la barra se siente a gusto de trabajar allí. Mientras limpia con mimo una jarra enumera grandes inconvenientes, como las horas que son o que la gente parece no verle, pero por otro lado le gusta la luz tenue, la música que suena y las extrañas bebidas que la gente no pide en otra parte. La mujer que se dejaba besar el cuello nota una mano sobre su pecho izquierdo y se plantea si detener ya al hombre. El señor que disfrutó subiéndose la cremallera siente cómo el alcohol se extiende por su nuca, brazos y piernas en forma de humo cálido, y ve con tristeza el fondo del vaso vacío. La mujer de los labios muy pintados de rojo lleva algo más de maquillaje, como por ejemplo los ojos pintados, pero su pelo y su rostro parecen naturales, solo destacan los labios, muy pintados de rojo. El cantante cierra un momento los ojos mientras alarga una palabra, haciendo que a los presentes se les estremezca el corazón y a los conejos se les pare el reloj. El hombre tras la barra ve acercarse a un hombre que se baja y se sube la bragueta, después ve que éste le mira de verdad, no como todos los demás, así que decide servirle una bebida especial, una que le dio antes a un hombre para que a su vez se la diese a una mujer que se iba a dejar besar el cuello. La mujer de los labios muy pintados de rojo siente un malestar momentáneo, pero cuando se recompone descubre que se ha levantado y que casi ha abandonado la sala, ahora está muy lejos del cantante. Alicia y el conejo pasan al lado de una mujer que se intenta zafar de un hombre que si no se puede acostar con ella por lo menos quiere volver a besarle el cuello, ella se levanta, airada, él se levanta, por estar a su altura pero sin saber qué hacer. El hombre que camina mientras se va bajando y subiendo la cremallera al ritmo de la música degusta su bebida y siente que alguien que ha bebido esa misma bebida está en peligro. La mujer de los labios muy pintados y torcidos en una mueca huye de la música por no estar cerca del cantante, y su huida la lleva a un cuarto donde un hombre empuja a otro y se lleva del brazo a una mujer con el cuello muy besado mientras ambos beben del mismo vaso. El otro hombre va a seguirlos cuando la mujer de los labios muy pintados pasa a tenerlos menos pintados a medida que le besa, con los ojos cerrados, imaginándose que es el cantante.
Entonces termina la canción, el cantante abre los ojos y se encuentra con un aplauso. Él se inclina hacia delante y al levantarse da las más sinceras gracias.

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