domingo, 25 de octubre de 2015

Las calles

Daniela tenía por aquel entonces cinco años. Un día, de camino al colegio de la mano de su madre, vio que donde siempre había habido una acera ahora se veía el hormigón vivo, y cuando se lo comentó a su madre ésta le contestó que estarían de obras y que habrían levantado la acera para poner otra. Y Daniela, con su ceño fruncido ante las explicaciones que no le convencen, juraría al día siguiente que allí faltaban dos farolas. Un día, de improvisto, tuvieron que dar mucha más vuelta para ir al colegio, Daniela no entendía por qué, así que aquella tarde fue a emprender su ruta habitual para encontrarse con que los edificios de cada acera, enfrentados por la calle, se encontraban ahora pegados el uno al otro. Y es que alguien había estado robando las calles.

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