Cuando se despertó vio que se encontraba en una
jaula. Tenía forma de campana circular y estaba compuesta por barrotes de metal
muy gruesos. Mientras le dolió la cabeza permaneció tumbado, después, poco a
poco, se levantó y entonces vio que no estaba solo en la jaula. Frente a él, en
el extremo opuesto de la jaula, a unos diez metros, se encontraba una criatura
con piernas, brazos y pelo corto rubio casi blanco. Él se acercó a los
barrotes, había mucha separación entre ellos, pero no logró colar su cuerpo para
salir. Entonces se giró y encontró a la criatura agachada, mirándole, sintió
puro terror. Mientras aquella criatura estuvo inmóvil él permaneció también
quieto, alerta, pero cuando empezó a avanzar lentamente hacia un lado él hizo
lo propio dando el mismo número de pasos en dirección contraria, recorriendo
entre los dos la circunferencia de la jaula. Al final la criatura se detuvo,
seguía de cuclillas, y empezó a caminar hacia el interior de la jaula. Él
retrocedió hasta que noto los barrotes en su espalda, pero al ver que la
criatura seguía acercándose, con la ligera ondulación de su pelo corto, él huyó
hacia un lado, alejándose de su trayectoria. Pero la criatura, ahora con las
manos apoyadas en el suelo, le seguía a donde quiera que fuese, entonces él
echó a correr y la criatura se puso de pie, saltó y se abalanzó sobre él. En la
piel se hundieron los dientes y las uñas, los músculos sintieron los golpes, él
gritó, luchó y huyó. Le dolían las heridas no infligidas, porque no sangraba,
los dientes y las uñas de la criatura no estaban hechas para atravesar la piel
de otro ser humano, pero aun así, la criatura, que volvía a estar agachada,
sonreía con malicia. Entonces de él se apoderó la ira, gritó y corrió hacia
ella. Cuando sus puños fueron a golpearle se había movido, cuando fue a
agarrarla ya no estaba. La criatura era ágil, y aunque no producía ningún
sonido, no dejaba de sonreír. Finalmente él, habiéndola arrinconado, cogiéndola
por los brazos logró golpearla varias veces contra los barrotes, después ella
cayó al suelo. Él se alejó, temeroso, pero la criatura no se movía, así que
decidió acercarse para comprobar si la había matado. Se agachó y acercó el
rostro al suyo, que tenía el pelo corto casi blanco extendido por el suelo como
un ramo de flores. Pero de pronto ella abrió los ojos, abrió la boca y se
abalanzó sobre él. Notó las uñas y los dedos clavándosele en los hombros, los
dientes destrozándole los dedos, y cuando él lanzó un alarido de rabia y se
dispuso a matarla, ella dio un paso atrás, quedando fuera de la jaula. Desde un
principio había podido marcharse, sin embargo había decidido quedarse.
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