lunes, 26 de octubre de 2015

La jaula

Cuando se despertó vio que se encontraba en una jaula. Tenía forma de campana circular y estaba compuesta por barrotes de metal muy gruesos. Mientras le dolió la cabeza permaneció tumbado, después, poco a poco, se levantó y entonces vio que no estaba solo en la jaula. Frente a él, en el extremo opuesto de la jaula, a unos diez metros, se encontraba una criatura con piernas, brazos y pelo corto rubio casi blanco. Él se acercó a los barrotes, había mucha separación entre ellos, pero no logró colar su cuerpo para salir. Entonces se giró y encontró a la criatura agachada, mirándole, sintió puro terror. Mientras aquella criatura estuvo inmóvil él permaneció también quieto, alerta, pero cuando empezó a avanzar lentamente hacia un lado él hizo lo propio dando el mismo número de pasos en dirección contraria, recorriendo entre los dos la circunferencia de la jaula. Al final la criatura se detuvo, seguía de cuclillas, y empezó a caminar hacia el interior de la jaula. Él retrocedió hasta que noto los barrotes en su espalda, pero al ver que la criatura seguía acercándose, con la ligera ondulación de su pelo corto, él huyó hacia un lado, alejándose de su trayectoria. Pero la criatura, ahora con las manos apoyadas en el suelo, le seguía a donde quiera que fuese, entonces él echó a correr y la criatura se puso de pie, saltó y se abalanzó sobre él. En la piel se hundieron los dientes y las uñas, los músculos sintieron los golpes, él gritó, luchó y huyó. Le dolían las heridas no infligidas, porque no sangraba, los dientes y las uñas de la criatura no estaban hechas para atravesar la piel de otro ser humano, pero aun así, la criatura, que volvía a estar agachada, sonreía con malicia. Entonces de él se apoderó la ira, gritó y corrió hacia ella. Cuando sus puños fueron a golpearle se había movido, cuando fue a agarrarla ya no estaba. La criatura era ágil, y aunque no producía ningún sonido, no dejaba de sonreír. Finalmente él, habiéndola arrinconado, cogiéndola por los brazos logró golpearla varias veces contra los barrotes, después ella cayó al suelo. Él se alejó, temeroso, pero la criatura no se movía, así que decidió acercarse para comprobar si la había matado. Se agachó y acercó el rostro al suyo, que tenía el pelo corto casi blanco extendido por el suelo como un ramo de flores. Pero de pronto ella abrió los ojos, abrió la boca y se abalanzó sobre él. Notó las uñas y los dedos clavándosele en los hombros, los dientes destrozándole los dedos, y cuando él lanzó un alarido de rabia y se dispuso a matarla, ella dio un paso atrás, quedando fuera de la jaula. Desde un principio había podido marcharse, sin embargo había decidido quedarse.

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